Con palmas, villancicos y aire flamenco las zambombas andaluzas encienden la Navidad

Las zambombas hacen parte de una larga tradición popular que ha sobrevivido principalmente en Jerez, que, a pesar del tiempo y los cambios culturales, se ha podido preservar entre las tradiciones más emblemáticas de la Navidad que congrega a las familias españolas y las invita a despertar el espíritu navideño

Por César Múnera
8 de diciembre de 2025 19:37 Actualizado: 8 de diciembre de 2025 19:37

La Navidad es una época para compartir, recordar nuestras tradiciones, reavivar el espíritu de solidaridad y cuidar de los demás. Es una temporada festiva que nos brinda la oportunidad de mirar con amor a quienes nos rodean e impactar positivamente en sus vidas de muchas formas.

El baile, la celebración y el festejo forman parte esencial de las costumbres del pueblo. Una tradición profundamente arraigada en la cultura andaluza y que refleja el verdadero significado de compartir en Navidad son las zambombas.

Compartir con familia y amigos para revivir la esencia de la Navidad andaluza

Isidoro Cascajo de la Barrera, CEO de la plataforma Guía Flama —dedicada a organizar y promocionar eventos de flamenco—, explicó a The Epoch Times España que las zambombas encajan perfectamente con el estilo de vida andaluz, especialmente en Jerez de la Frontera y en otras ciudades como Sevilla, Málaga o Córdoba, donde también se celebran con gran arraigo.

Un grupo de personas se reúne para realizar una zambomba. Wikimedia Commons.

«La cultura andaluza, la forma de ser de los andaluces… Antes de toda esta revolución tecnológica, la gente vivía mucho más en la calle; los vecinos convivían en los patios, en los barrios, compartían la vida. Hoy en día, todo está más homogeneizado».

«En otras latitudes no se puede por el frío y todo eso. Entonces, esa forma tan natural de los andaluces de vivir en la calle hizo que, de manera espontánea, en las semanas previas a la Navidad empezaran a surgir las zambombas», agregó.


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Esta expresión de alegría y festejo, que exalta la cultura andaluza y los verdaderos valores de la Navidad, tenía tradicionalmente como periodo del 1 al 24 de diciembre. Sin embargo, actualmente las zambombas empiezan ya a finales de octubre, en gran medida por el componente comercial que han adquirido.

Isidoro subraya que lo que originalmente era una reunión íntima y familiar se ha transformado en un negocio muy rentable, algo que, según él, beneficia enormemente tanto a los artistas flamencos como a todo el sector vinculado al flamenco.

También añade que, en este ambiente de celebración de las familias, era común la preparación de un guiso para que todos comieran y también se solía compartir dulces tradicionales como los pestiños, los polvorones o los buñuelos, así como el típico roscón navideño.

«En aquella época, las familias y los vecinos compartían sus cosas, se reían, cantaban villancicos… Había todo un tema coral, todo giraba alrededor del compartir. No existía eso del cantante principal: aquí cantaba todo el mundo, a coro», explica Isidoro.

Durante las reuniones con familia y amigos se empleaban elementos de uso cotidiano para elaborar los instrumentos musicales y acompañar los cantos en coro. Una botella de anís, las tinajas de barro pequeñas donde se depositaba normalmente el aceite o el vino, el mortero de la cocina, panderetas artesanales elaboradas con piel de cabra o de cordero, sonajas de latas de sardinas o chapas de botella recortada, castañuelas y entre otros.

El origen multicultural de las zambombas andaluzas

Las zambombas andaluzas, un fenómeno popular que podría haber adquirido relevancia a nivel cultural entre los siglos XIX y XX, tiene sus orígenes en el cruce entre culturas; particularmente la cristiana, judía, musulmana y gitana.

Musicólogos y expertos en flamenco como José Luis Ortiz Nuevo o Faustino Núñez afirman que ciertos giros melódicos de los villancicos flamencos —especialmente los del palo conocido como campanilleros o los tangos de zambomba— recuerdan notablemente a los cantos sinagogales sefardíes de la Edad Media.

A nivel instrumental, el protagonista indiscutible de las zambombas es la propia zambomba (un tambor de fricción fabricado con una tinaja de barro, piel tensada y una caña central). Su origen se remonta a la Hispania prerromana o protohistórica, fue adoptado y perfeccionado durante la época islámica y se difundió ampliamente por toda la península ibérica.

Las zambombas navideñas giran, además, en torno a la celebración del misterio cristiano del nacimiento de Jesús: los pastores que van a Belén, la Virgen, San José y, más tarde, los Reyes Magos. Esa costumbre de reunirse para cantar, compartir y celebrar en un ambiente cálido y fraterno en los patios de vecinos surge del catolicismo popular de los siglos XIX y XX.

La comunidad gitana desempeñó un papel clave al fusionar el flamenco con los villancicos navideños. Fueron ellos quienes introdujeron los palos flamencos —bulerías, tangos, rumbas, trilla gitana…— y adaptaron las antiguas coplas de Navidad a esas estructuras rítmicas. Así nacieron y se perfeccionaron verdaderas joyas como La Virgen camina a Egipto, Ya llegó la fiesta, o los célebres villancicos por bulerías, creados y pulidos por grandes cantaores de Jerez, Utrera y Lebrija.

Un grupo de personas se reúne para realizar una zambomba. Wikimediacommons

Esta tradición popular estuvo a punto de desaparecer

Sin embargo, en la década de 1980 esta tradición sufrió un fuerte declive y estuvo a punto de desaparecer. Entre las causas principales destacan la transformación social de aquellos años: la emigración masiva del campo a la ciudad de familias de Jerez, Arcos, Lebrija y Utrera en busca de trabajo, la irrupción de la televisión —que encerró a la gente en casa y redujo los espacios de convivencia vecinal.

Según Isidoro, la Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos Andaluces de Jerez de la Frontera desempeñó un papel fundamental en evitar que las zambombas tradicionales cayeran en el olvido durante aquellos años difíciles.

Esta institución investigó y documentó las zambombas que aún estaban vivas, se encargó de la organización de las primeras zambombas dirigidas a recuperar la tradición, llevó a cabo la programación de ciclos anuales de zambombas y publicó discos, libros y cuadernos con los villancicos, tangos de zambomba y campanilleros que habían recogido.


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En 2010, la UNESCO declaró el flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Cinco años después, en 2015, la Junta de Andalucía declaró las zambombas Bien de Interés Cultural (categoría de actividad de interés etnológico). Según Isidoro, a partir de estos reconocimientos oficiales —especialmente del de la UNESCO— las zambombas ganaron una visibilidad y prestigio mucho mayores, tanto dentro como fuera de España.

Isidoro resalta la enorme versatilidad del flamenco como música esencialmente popular y, por eso mismo, su extraordinaria capacidad para mantener viva y unida toda una cultura. Para él, el flamenco no es un museo: es un lenguaje vivo que se transforma constantemente sin perder su raíz.

«El flamenco está en las calles, está vivo. Se fusiona con otras músicas, se transforma o se disfraza según la temporada del año», afirmó el director de Guía Flama. «Los bares sacan barras, solicitan todos los permisos, se coloca un banco del Ayuntamiento en Jerez y se pide permiso para sacar las barras a la calle», añadió.

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