El Estado Comunal de Maduro entremezcla la ideología y el control absoluto

Por Maibort Petit
26 de octubre de 2025 16:04 Actualizado: 26 de octubre de 2025 18:28

Mientras los ojos del mundo vigilan a Venezuela, Nicolás Maduro transforma las comunas en algo más que espacios de participación ciudadana: las convierte en redes de poder, control y lealtad, capaces de consolidar su régimen frente a amenazas internas y externas. Lo que algunos llaman democracia directa, otros lo ven como una sofisticada estrategia política, donde la necesidad se traduce en fidelidad y la participación en un mecanismo de supervivencia del poder.

El proyecto, heredado del legado de Hugo Chávez, se ha convertido en una estrategia central del régimen: un instrumento que articula ideología radical, distribución de recursos y defensa territorial. Tras las fraudulentas elecciones presidenciales de 2024, la expansión de las comunas y la realización de consultas populares comunales consolidan esta estructura, fortaleciendo tanto la legitimidad interna como el control del territorio.

Ideología como arma política de supervivencia

El Estado Comunal nace de la visión de Chávez: reemplazar las estructuras tradicionales del Estado por un sistema donde el poder emane directamente del pueblo. Las comunas, consideradas células fundamentales, gestionan recursos, toman decisiones y controlan territorios.

Teóricamente, promueven la democracia directa. En la práctica, críticos señalan que funcionan como «Estado paralelo», centralizando poder en manos del chavismo y asegurando lealtad mediante la entrega de beneficios tangibles: servicios básicos, proyectos productivos y asistencia directa a la comunidad.


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Maduro ha elevado esta lógica a un nuevo nivel: las comunas no solo distribuyen recursos, sino que organizan a la población en torno a una narrativa de resistencia frente a la «agresión imperialista» y fortalecen la lealtad política mediante incentivos concretos.

Es peligroso e inconstitucional

La abogada, Adriana Vigilanza advierte que la Ley de Comunas que crea un «Estado Comunal» no existe en la Constitución vigente en Venezuela y que supera los límites de Municipios y Estados. Según la experta, este sistema asigna a las Comunas funciones legislativas, ejecutivas, judiciales y electorales, obligando a los ciudadanos a asumir directamente responsabilidades que constitucionalmente corresponden a funcionarios públicos.

Vigilanza también señala que el Estado Comunal condiciona la participación a la ideología socialista, concentra el poder en el PSUV y desplaza a Alcaldías y Gobernaciones, mientras abre la puerta a reemplazar el voto directo y universal por estructuras de representación controladas desde los Consejos Comunales. En su opinión, lejos de empoderar al pueblo, convierte la gestión pública en una obligación política y limita la verdadera democracia.

La Ley Orgánica de las Comunas fue aprobada por la Asamblea Nacional de Venezuela (controlada por el régimen) el 7 de noviembre de 2024. Esta ley tiene como objetivo desarrollar y fortalecer el Poder Popular, estableciendo normas que regulan la constitución, conformación, organización y funcionamiento de las comunas como entidades locales donde los ciudadanos ejercen el pleno derecho de la soberanía y desarrollan la participación protagónica mediante formas de autogobierno para la edificación del Estado Comunal.

Posteriormente, el 30 de diciembre de 2024, se publicó en la Gaceta Oficial Extraordinaria N.º 6872 la reforma a esta ley, introduciendo modificaciones que refuerzan la estructura y funcionamiento del Estado Comunal en Venezuela.

Expansión estratégica

El camino hacia el Estado Territorial Comunal comenzó con la Ley de Consejos Comunales (2006) y se consolidó con la Ley Orgánica de Comunas (2009-2010), permitiendo la confederación de consejos en estructuras territoriales mayores.

Bajo Maduro, desde 2013, la implementación se ha acelerado. Más de 5300 circuitos comunales gestionan miles de proyectos que abarcan infraestructura, servicios y emprendimientos productivos. La «jornada Obratón» entregó 20 808 proyectos, vinculado la participación comunitaria con beneficios concretos. Este mecanismo, articulado con el Sistema 1×10 del Buen Gobierno, alinea burocracia estatal y poder comunal, reforzando la dependencia política de la población hacia el régimen.

Control local y lealtad ciudadana

El modelo combina objetivos macro y micro: 1) Macro: reemplazar gradualmente el Estado tradicional y consolidar un socialismo participativo y, 2) micro: garantizar lealtad mediante la resolución de necesidades inmediatas y monitorear la fidelidad con herramientas como las bolsas de alimentos CLAPs.


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Resolver problemas cotidianos se convierte en un instrumento de control político. Cada proyecto entregado genera no solo gratitud, sino también dependencia y alineación ideológica con el chavismo.

Comunas y la «invasión de EE. UU.»

La expansión comunal coincide con un momento de alta tensión internacional. Operaciones militares estadounidenses y acciones encubiertas contra el poderoso «Cartel de los Soles» han elevado la percepción de amenaza externa. Maduro responde con una retórica antiimperialista más dura, movilizando miles de milicianos y promoviendo la idea de “lucha armada” como respuesta a la presión internacional.

En este escenario, las comunas funcionan como red de defensa territorial: organizan la base popular, fortalecen el control interno y desvían la atención de la crisis económica y la represión postelectoral. La consigna «Comuna o nada» resume la estrategia: unidad, fidelidad y poder concentrado bajo un manto de emergencia nacional.

El Estado Territorial Comunal combina fidelidad ideológica con necesidad estratégica. Frente a lo que el régimen percibe como un «asedio internacional», las comunas actúan como escudo político, vehículo de recursos y mecanismo de control efectivo.

Su legalidad y sostenibilidad siguen siendo debatidas, pero su influencia en la política venezolana es indiscutible. Mientras el mundo observa, estas estructuras podrían determinar si Venezuela continúa como laboratorio socialista o se convierte en último bastión de un régimen acorralado, sofisticadamente armado para resistir.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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