En la última década, la economía china ha ampliado su modelo neokeynesiano de planificación centralizada, que simplemente no puede sobrevivir sin un acuerdo comercial. El sector manufacturero chino ha sido orientado a seguir una estrategia de «correr para quedarse quieto» que simplemente no puede subsistir sin el enorme superávit comercial con Estados Unidos.
El exceso de capacidad del sector manufacturero chino no es una anécdota. Es la norma. China produce el 30 % de los productos manufacturados del mundo, pero consume menos del 18 %, según información de La Escuela de Graduados en Negocios Cheung Kong (CKGSB por sus siglas en inglés). Además, la tasa de utilización de la capacidad industrial de China cayó al 74,1 % en el primer trimestre de 2025.
El modelo keynesiano de planificación centralizada de China tiene como objetivo maximizar el empleo y mantener un fuerte crecimiento económico a pesar de las restricciones financieras y el endeudamiento excesivo. Por lo tanto, necesita vender su exceso de producción para evitar un problema masivo de capital circulante.
Incluso Pekín ha reconocido indirectamente este problema, al incluir la competencia de tipo «involutiva» (competencia excesiva y derrochadora) como una de las principales prioridades de la política económica para 2025 y adoptar medidas para limitar las inversiones duplicadas y regular la expansión de la capacidad en determinados sectores. Sin embargo, el exceso de capacidad en China no es una fatalidad, sino que ha sido creado por un diseño político, con las autoridades locales y nacionales tratando de impulsar el PIB a cualquier precio.
El modelo tiene como objetivo mantener el pleno empleo y el crecimiento económico, incluso con rendimientos económicos inferiores al coste del capital, y casi funciona si el exceso de capacidad se puede vender a nivel mundial, recibiendo moneda de reserva y manteniendo bajos los costes al trasladar el coste del capital circulante a los consumidores mundiales y manteniendo bajos los gastos de producción con controles monetarios y fijación de los tipos de cambio.
Sin embargo, la combinación del aumento de la deuda, el constante debilitamiento de la moneda y la escalada de quiebras y problemas de capital circulante podría provocar el colapso de este modelo, incluso sin que se produzca una recesión oficial.
El régimen chino ha aprendido que no puede soportar una guerra comercial con el mayor mercado del mundo ni sustituir al consumidor estadounidense por el europeo o hispanoamericano. Por lo tanto, Pekín necesita rápidamente un acuerdo comercial antes de que el efecto dominó de las quiebras que ha azotado la economía china desde 2021 estalle en una crisis financiera en toda regla.
China se encuentra oficialmente en deflación por tercer mes consecutivo en abril. Se prevé que las insolvencias empresariales aumenten un 7 % en 2025 y un 10 % en 2026, según Allianz, a pesar de que Pekín está aplicando medidas fiscales adicionales de estímulo.
Las pequeñas y medianas empresas, en particular las exportadoras, se enfrentan a un aumento de las quiebras debido a la disminución del flujo de caja y a la eliminación de las exenciones arancelarias estadounidenses. El desempleo está aumentando en las regiones dependientes de las exportaciones y se prevé que la tasa de desempleo urbano alcance una media del 5,7 % en 2025 —por encima del objetivo oficial— según la CNBC.
El índice manufacturero oficial de la Oficina Nacional de Estadísticas PMI cayó bruscamente hasta 49,0 en abril de 2025, el descenso más pronunciado desde diciembre de 2023, lo que refleja una caída de la producción, los nuevos pedidos y el empleo, con los pedidos extranjeros reduciéndose a su nivel más bajo en al menos 11 meses.
El colapso del sector inmobiliario, que en su día representaba hasta el 30 % del PIB, ha debilitado a los bancos, reducido la riqueza de los hogares y provocado un efecto riqueza negativo, lo que ha deprimido aún más el consumo y la demanda de crédito.
Las fortalezas económicas de China son bien conocidas, pero sus debilidades son demasiado importantes como para ignorarlas. Esto sirve como recordatorio de que la planificación centralizada nunca funciona. Todo lo que es débil en China proviene de años de políticas gubernamentales destinadas a impulsar el crecimiento económico mediante la construcción de infraestructuras con la esperanza de que se vendieran en algún momento.
Además, la combinación del aumento de las quiebras, la implosión del mercado inmobiliario y la creciente deuda de los gobiernos locales están poniendo a prueba el sistema financiero, justo cuando se disparan los préstamos morosos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés). Varios países de la BRI han incumplido el pago de sus deudas o han solicitado rescates del FMI, entre ellos Sri Lanka, Zambia, Ghana y Pakistán, mientras que BRI ha generado 385 000 millones de dólares (340 000 millones de euros) en deuda extraoficial.
Las políticas keynesianas siempre conducen a un alto endeudamiento y al estancamiento. Sin embargo, cuando se combinan con un sistema de planificación centralizada, un sistema financiero cerrado y controles de capital, las políticas keynesianas crean una peligrosa mezcla de exceso de capacidad, empobrecimiento y ralentización económica.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «China’s Keynesian Model Is Crumbling—It Needs a Trade Deal, Fast»
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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