La calabaza: imprescindible en Halloween y aliada de tu bienestar

Por Prof. Liu Zheng
3 de noviembre de 2025 20:06 Actualizado: 3 de noviembre de 2025 20:06

Cada otoño, las calabazas hacen acto de presencia en los mercados, las ventanas y las puertas. Las tallamos, las decoramos, las fotografiamos. Pero ¿cuántos de nosotros realmente aprovechamos todo lo que esta hortaliza tiene para ofrecer más allá de su encanto estacional?

Resulta que esa misma calabaza que utilizamos para decorar en Halloween esconde un tesoro nutricional que nuestras abuelas conocían bien y que la ciencia moderna no deja de confirmar. Su color naranja intenso no es casual: es la señal visible de un arsenal de compuestos beneficiosos que esperan ser aprovechados.

Mucho más que una decoración

La calabaza pertenece a la familia de las cucurbitáceas, que también nos ha dado el melón, el pepino y el calabacín. Pero a diferencia de sus primas, combina algo poco común: es increíblemente baja en calorías y grasas mientras concentra una densidad nutricional envidiable.

Hablamos de apenas 26 calorías por cada 100 gramos, pero con 2,8 gramos de fibra, 340 miligramos de potasio, magnesio, calcio y vitamina C. Lo realmente interesante está en ese color: los carotenoides, especialmente el betacaroteno, actúan como antioxidantes potentes en nuestro organismo, protegiendo células, piel y vista del desgaste diario.

Su contenido en betacarotenos y fibra soluble tiene efectos sorprendentes en el equilibrio hormonal femenino. Varios estudios sugieren que estos compuestos nutren el endometrio y favorecen la producción de progesterona, esa hormona que tanto influye en el ciclo menstrual y el estado de ánimo.

La fibra soluble ralentiza la absorción de glucosa, evitando esos picos que nos dejan primero eufóricos y luego exhaustos. Con su alto contenido en agua y fibra, la calabaza hidrata tejidos, facilita el tránsito intestinal y reduce esa sensación de pesadez después de comer.

El tesoro que tiramos a la basura

Por desgracia, una de las partes más nutritivas de la calabaza suele acabar en la basura: sus semillas. Esas pepitas que muchos desechamos sin pensarlo son, en realidad, un superalimento de pleno derecho.

Tienen un contenido excepcional de magnesio (una porción de 28 gramos cubre el 37% de las necesidades diarias), zinc, hierro y fósforo en concentraciones que rivalizan con muchos suplementos comerciales. Además, aportan 7 gramos de proteína por cada 28 gramos y contienen grasas saludables omega-3 y omega-6.


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Si eres hombre y pasas de los 40, te interesará saber que el zinc y los fitosteroles de estas semillas han demostrado beneficios para la salud prostática. Las semillas también son fuente natural de triptófano, ese aminoácido que nuestro cerebro transforma en serotonina y melatonina, regulando el estado de ánimo y el sueño.

¿Cómo aprovecharlas? Tostadas con sal marina, en ensaladas, añadiendo textura crujiente a las cremas, molidas para panes caseros o batidas en smoothies.

Una receta avalada por la Medicina Tradicional China

La calabaza acepta casi cualquier tratamiento en la cocina: asada, en sopas, risottos, rellenos o postres. Pero hoy queremos compartir algo diferente: una receta de la Medicina Tradicional China, donde los alimentos no son solo nutrientes, sino medicina que equilibra nuestro organismo.

Esta crema busca equilibrar, calmar y centrar. La base es calabaza, combinada con leche de coco, cúrcuma, jengibre, sal rosa, pimienta negra y nuez moscada.

La leche de coco aporta grasas que estabilizan hormonas y sistema nervioso. La cúrcuma y el jengibre despiertan la digestión sin irritar, mejoran la absorción de nutrientes y reducen la inflamación intestinal que estudios relacionan con desequilibrios hormonales. La pimienta negra multiplica hasta 2000 veces la absorción de la curcumina, el principio activo de la cúrcuma.

Ingredientes:

500 g de calabaza pelada, sin semillas y cortada en cubos
400 ml de leche de coco
1 cucharadita rasa de cúrcuma en polvo
Un trozo de jengibre fresco del tamaño de tu pulgar (o 1/2 cucharadita seco)
Sal rosa del Himalaya (una pizca generosa)
Pimienta negra recién molida
Una pizca minúscula de nuez moscada

El paso a paso:

Coloca los cubos de calabaza en una vaporera. Si no tienes, simplemente usa un colador de metal sobre una olla con agua hirviendo, asegurándote de que el agua no toque la calabaza. Tapa y deja que el vapor haga su trabajo durante 15-20 minutos. Sabrás que está lista cuando puedas atravesarla fácilmente con un tenedor. Cocinar al vapor, en lugar de hervir, preserva mucho mejor los nutrientes que de otro modo se quedarían en el agua.

Mientras tanto, pela el jengibre y córtalo en láminas finas. Si quieres un sabor más suave, usa menos. Si te gusta potente, añade un poco más. No hay una regla estricta aquí.

Cuando la calabaza esté tierna, pásala aún caliente a una batidora de vaso junto con la leche de coco, la cúrcuma, el jengibre, la sal, una vuelta de molino de pimienta negra y esa pizca mínima de nuez moscada (pasarse con la nuez moscada puede arruinar el plato, así que prudencia). Bate a máxima potencia durante un par de minutos hasta conseguir una textura completamente lisa, sin ningún grumo. Si quedara demasiado espesa, añade un poco más de leche de coco o incluso un chorrito de agua.

Vierte la crema en una olla y caliéntala a fuego medio-bajo, removiendo de vez en cuando. No busques que hierva a borbotones, solo que esté bien caliente. Esto llevará unos cinco minutos. Pruébala antes de servir y ajusta la sal si hace falta.


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Sírvela en un bol y puedes decorarla con algunas de esas semillas de calabaza que ahora ya no vas a tirar, un chorrito de buen aceite de oliva o unas hojas de cilantro fresco.

Y ahora, tómate un momento antes de comer. Respira el aroma que sube del bol, agradece los alimentos y el tiempo que te has dedicado. No es misticismo: la neurociencia ha demostrado que comer con atención plena mejora la digestión y la saciedad. Ese momento de presencia es parte de la receta.

Beneficios de la receta según la Medicina China

En la Medicina Tradicional China, los alimentos tibios, de textura cremosa y sabor dulce natural equilibran los elementos Tierra y Madera. El elemento Tierra gobierna la digestión y la capacidad de sentirnos centrados. El elemento Madera se vincula con el hígado y el flujo hormonal.

Cuando estos elementos se desequilibran, aparecen preocupaciones obsesivas, irritabilidad, tensión premenstrual intensa e insomnio. Esta crema, con su combinación específica de ingredientes, alimenta ambos elementos para generar calma, centramiento y equilibrio.

La calabaza merece un lugar en tu vida más allá de octubre. Este otoño, compra una buena pieza en el mercado, guarda las semillas, experimenta con diferentes preparaciones. Y cuando necesites un momento de autocuidado genuino, prepara esta crema con calma y presencia.

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