Nuevo estudio: aumento de las tasas de cáncer tras la vacunación contra el COVID-19

Datos alarmantes procedentes de Corea del Sur están generando debate: según una publicación reciente, las personas tienen un mayor riesgo de desarrollar diversos tipos de cáncer durante el primer año tras recibir la vacuna contra el COVID-19. ¿Podrían las vacunas favorecer el desarrollo del cáncer?

Por Kay Klapproth
29 de octubre de 2025 16:48 Actualizado: 29 de octubre de 2025 16:48

Durante varios años se han registrado más casos de cáncer coincidentes temporalmente con la vacunación contra la COVID-19. Los informes de casos con evolución acelerada y muy agresiva —el llamado «turbo cáncer»— han llevado a algunos médicos a plantear la hipótesis de que las nuevas vacunas podrían influir en el desarrollo tumoral. Con todo, hasta ahora faltaban estudios rigurosos con tamaño muestral suficiente y desagregación por tipo de tumor.

Ahora, un estudio publicado en la revista Biomarker Research aporta datos que podrían arrojar nueva luz sobre esta cuestión. Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Konkuk, en Seúl, analizaron registros sanitarios nacionales de 8,4 millones de personas y compararon a población vacunada y no vacunada. Sus observaciones abarcan un periodo de 12 meses tras la última dosis.

Según el análisis, las personas vacunadas contra la COVID-19 presentaron una mayor incidencia de cáncer que las no vacunadas. En 29 tipos tumorales evaluados, el riesgo fue superior en la mayoría de ellos en el grupo vacunado. El incremento fue especialmente marcado y estadísticamente significativo en seis localizaciones: tiroides (+35 %), estómago (+34 %), colon (+28 %), pulmón (+53 %), mama (+20 %) y próstata (+69 %).

Cambios en el riesgo de cáncer según la edad, el sexo y el tipo de vacuna

Además, los investigadores detectaron diferencias significativas en la distribución del riesgo entre hombres y mujeres, así como entre grupos de edad.

Según sus datos, los hombres vacunados presentaron más casos de cáncer de estómago y de pulmón, mientras que en las mujeres vacunadas aumentó la probabilidad de cáncer de tiroides y de colon. En los de mayor edad también se observó un incremento del riesgo de cáncer de próstata. Asimismo, las dosis de refuerzo se asociaron con un riesgo añadido en algunos tumores, en particular estómago y páncreas.

Los críticos del estudio apuntan a un posible sesgo de detección. El médico David Gorski, de la Universidad Estatal de Wayne, señaló en su blog Science-Based Medicine que el exceso de riesgo se concentra en tumores con cribados consolidados en Corea del Sur, como mama, pulmón, colorrectal, estómago y próstata.

A su juicio, las tasas más altas podrían explicarse porque las personas vacunadas acuden más a revisiones o pruebas de cribado, lo que incrementa los diagnósticos. Con todo, esta objeción no está confirmada: no hay estudios que prueben diferencias reales de comportamiento en cribado entre vacunados y no vacunados en Corea del Sur.

El estudio, además, encontró diferencias por plataforma vacunal: las vacunas de ARNm, las de ADN y las combinaciones heterólogas (ARNm + ADN) mostraron perfiles de riesgo distintos según el tipo de tumor. Los aumentos fueron más marcados con las vacunas vectoriales que contienen ADN, aunque también se observó una tendencia al alza con las de ARNm. Según los autores, este patrón no es compatible con atribuir los resultados a un sesgo de detección.

Posibles mecanismos de desarrollo del cáncer a través de las vacunas

Los autores del estudio no aportan una explicación causal para el aumento de las tasas de cáncer observado. Queda, no obstante, la pregunta: ¿pueden las vacunas favorecer el cáncer? Aún faltan estudios exhaustivos, si bien algunos investigadores han advertido desde hace tiempo de que ciertas propiedades de las nuevas vacunas contra la COVID-19 podrían, en teoría, entrañar riesgos.

Un requisito clave en la transformación de células sanas en tumorales es la alteración del material genético. Esa alteración puede producirse por mutaciones o por la integración de ADN extraño que entra en la célula e incluso se incorpora a los cromosomas.

En las vacunas vectoriales, el ADN se introduce directamente en las células para que produzcan antígenos. También se ha informado de que algunas vacunas de ARNm pueden contener, en grado variable, contaminación con fragmentos de ADN. El biólogo molecular Kevin McKernan llamó la atención sobre este punto tras detectar fragmentos de ADN en determinados lotes de vacunas; se habrían originado durante la fabricación y no se habrían eliminado por completo.

Hasta la fecha, se ha investigado poco si ese ADN podría integrarse realmente en el genoma humano. En términos técnicos, su detección sería posible: los métodos modernos de secuenciación permitirían identificar fragmentos que no pertenecen al genoma humano, sino al de la vacuna. En 2023, el biólogo molecular Phillip Buckhaults pidió realizar análisis de secuenciación extensos en personas vacunadas para evaluar mejor el posible riesgo de integración de ADN.

La inflamación crónica como posible factor de riesgo

Además de la eventual integración de impurezas de ADN, en el desarrollo del cáncer podrían intervenir otros mecanismos. Desde el inicio de la campaña de vacunación se sabe que las proteínas de la espícula —tanto tras la infección por SARS-CoV-2 como después de la vacunación— desencadenan respuestas inflamatorias en el organismo. Diversos estudios y relatos de casos describen cómo una activación inmunitaria persistente o desregulada puede ocasionar daño tisular.

La relación entre inflamación y cáncer está bien documentada. Los procesos inflamatorios crónicos pueden dañar las células, favorecer mutaciones en el ADN y, en consecuencia, promover la degeneración tisular. Es un vínculo ampliamente estudiado, por ejemplo, en el cáncer colorrectal asociado a enfermedad inflamatoria intestinal crónica o en el cáncer gástrico tras infección por Helicobacter pylori.

Llama la atención que varios de los tumores señalados en el estudio surcoreano como de mayor riesgo tras la vacunación —estómago, colon y pulmón— figuren entre aquellos en los que la inflamación crónica se considera un factor de riesgo relevante. Ello sugiere, al menos, la posibilidad de que procesos inflamatorios desencadenados o intensificados por las vacunas añadan un riesgo adicional.

Alteración de la vigilancia inmunitaria

Un mecanismo potencialmente clave que podría relacionar las vacunas contra la COVID-19 con el desarrollo de cáncer implica cambios en el sistema inmunitario. Las vacunas no solo activan la respuesta inmune, también pueden modificar su equilibrio.

Además de defenderse de patógenos, el sistema inmunitario cumple otra función que se suele pasar por alto: vigila de forma continua los propios tejidos y elimina las células con daño genético. Esa «vigilancia inmunitaria» es esencial para prevenir el cáncer. Una alteración —por ejemplo, por agotamiento temporal de determinados linfocitos o por la producción de clases concretas de anticuerpos— podría, en teoría, permitir que células tumorales incipientes escapen al control y no se eliminen a tiempo.

Tras las dosis de refuerzo se ha descrito un cambio apreciable en el perfil de anticuerpos, con un aumento de los IgG4, típicamente asociados a fenómenos de tolerancia inmunológica ante exposiciones repetidas a agentes no peligrosos. En consecuencia, estos anticuerpos pueden atenuar la respuesta del sistema inmunitario.

Ello puede debilitar la inmunidad celular: las células T y las células asesinas naturales (NK) reaccionan con menor eficacia frente a células malignas o infectadas por virus. De este modo disminuye la capacidad del organismo para reconocer y eliminar tumores en fases tempranas. De forma llamativa, los pacientes con la denominada enfermedad relacionada con IgG4 —un cuadro inflamatorio crónico con niveles persistentemente elevados de esta inmunoglobulina— presentan un riesgo global de cáncer superior al de la población general, lo que respalda la hipótesis de que un marcado predominio de IgG4 podría asociarse a una menor defensa antitumoral a largo plazo.

Críticas y preocupaciones sobre el estudio

Los críticos del trabajo surcoreano señalan que el periodo de observación —apenas un año— resulta breve, dado que el cáncer suele desarrollarse a lo largo de muchos años. Con todo, admiten que respuestas inmunitarias alteradas o procesos inflamatorios podrían influir a corto plazo, por ejemplo, debilitando el sistema inmunitario o creando un entorno propicio para células tumorales.

Un seguimiento más prolongado permitirá determinar si las diferencias entre vacunados y no vacunados se atenúan o, por el contrario, se mantiene la tendencia hacia tasas de cáncer más altas.

Además, el 22 de octubre de 2025, los editores de Biomarker Research anunciaron que el estudio —ya revisado por pares— está siendo reexaminado a raíz de las preocupaciones planteadas.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Alemania con el título «Neue Studie: Erhöhte Krebsraten nach COVID-19-Impfungen»

Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando

¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en España y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.