Por qué Trump tiene en la mira a Nicolás Maduro

Para entender qué ocurre hoy en Venezuela, conviene recordar la «ola rosa», la oleada de gobiernos socialistas que arrasó Hispanoamérica a finales de los noventa y principios de los 2000

Por Joshua Philipp
7 de diciembre de 2025 11:35 Actualizado: 7 de diciembre de 2025 11:35

Probablemente haya visto los vídeos del ejército de Estados Unidos haciendo estallar barcos presuntamente cargados de droga procedentes de Venezuela. Sin embargo, eso no es más que una pequeña parte de lo que está sucediendo.

Buques de guerra estadounidenses se han desplegado en aguas cercanas del Caribe. Tropas de ese país realizan ejercicios militares en Puerto Rico. El presidente Donald Trump ordenó el cierre del espacio aéreo sobre Venezuela. Incluso decidió declarar al Cártel de los Soles organización terrorista, lo que significa que Estados Unidos considera ahora al líder venezolano Nicolás Maduro no solo como jefe del cártel, sino también como terrorista.

Es justo preguntarse qué está pasando realmente: ¿un cambio de régimen? ¿Una disputa por el petróleo u otros recursos? ¿Una ofensiva contra la droga y los cárteles? En realidad intervienen todos esos factores y hay mucho más en juego.

Lo que se ve en la superficie en Venezuela es solo la punta del iceberg. Una parte del conflicto está vinculada a una guerra por el petróleo que casi se desató recientemente entre Venezuela y Guyana. Otra hunde sus raíces en las elecciones venezolanas de 2018, cuando incluso la Administración de Joe Biden reconoció al gobierno en el exilio encabezado por Juan Guaidó como el verdadero ganador. Luego está la batalla territorial, ya que China, Rusia e Irán han tejido redes de influencia en la zona y actúan para mantener a Estados Unidos al margen.

Para comprenderlo de verdad, debemos remontarnos a lo que se conoce como la «ola rosa», cuando los gobiernos socialistas arrasaron Hispanoamérica a finales de los noventa y principios de los dos mil.

En aquel entonces, Venezuela era un país muy distinto. Figuraba entre las principales economías en auge de Hispanoamérica. También era una de las democracias más estables de la región y un aliado cercano de Estados Unidos. La mayor parte de la economía dependía del petróleo. La vida era mucho mejor para la mayoría.

Pero el gasto público excesivo y el aumento de la deuda llevaron a una recesión a principios de la década de 1980. La situación no mejoró. En 1994, el país sufrió una crisis bancaria. La gente reclamaba que la vida fuera más asequible y acabó recurriendo al hombre que prometía quitarles a los ricos y distribuirlo entre el «pueblo». NO eran conscientes de que estaban empeorando mucho las cosas.

Aquello desembocó en un colapso histórico. Un informe de septiembre de 2024 del Observatorio Económico señala que Hugo Chávez «implementó una política macroeconómica completamente equivocada durante la década de 2000 y principios de la de 2010, cuando la economía venezolana estaba en auge debido al “superciclo” mundial de las materias primas: un período prolongado de precios altos y en aumento de granos, metales, petróleo y gas».

Las consecuencias fueron especialmente duras cuando Maduro asumió el cargo en 2013. Como señala el informe, se trató de un desplome histórico. El nivel de vida cayó aproximadamente un 74 % entre esa fecha y 2023.

El informe subraya: «Esta es la quinta mayor caída del nivel de vida en la historia económica moderna».

La situación de Maduro era especialmente delicada porque el país ni siquiera estaba en guerra. El colapso obedeció exclusivamente a una cadena de malas decisiones económicas. Respondía a un modelo socialista de control estatal extremo sobre todos los mecanismos de la economía, tanto a escala micro como macro. Ese enfoque autoritario resultó devastador.

En paralelo, se gestaba algo más, con intereses externos y acuerdos secretos con estados comunistas. Había comenzado antes de Chávez, pero él lo incorporó a su estrategia internacional, rompió lazos con Estados Unidos y los reforzó con Cuba y otros regímenes comunistas.

Según un reportaje de CNN de 2019, todo formaba parte de un plan. El cubano Fidel Castro lo calificó como su «golpe maestro contra los gringos». Así se lo definió al expresidente venezolano Rómulo Betancourt. Castro buscaba un acuerdo petrolero que permitiera a Cuba romper su dependencia económica de Estados Unidos. Betancourt se negó y la iniciativa no prosperó, al menos hasta la llegada de Chávez al poder en 1998. Castro y Chávez se hicieron amigos cercanos y acabaron impulsando una nueva alianza comunista para Hispanoamérica.

Según CNN, «Castro eventualmente asumiría el papel de estadista veterano, con Chávez como su heredero al liderazgo de la izquierda hispanoamericana». Las fronteras entre ambos países comenzaron a difuminarse. Chávez incluso empezó a referirse a Venezuela y Cuba como una sola patria, o «La gran patria», como él la llamaba. Tras la muerte de los dos líderes, el relevo ya estaba preparado: Chávez había elegido personalmente a un sucesor, Nicolás Maduro.

Todo ello se inscribe en una amplia reordenación del poder, en la que entra en juego el gobierno en el exilio. De ahí que Estados Unidos, tanto bajo las administraciones de Trump como de Biden, no considere a Maduro el verdadero líder de Venezuela.

La población venezolana percibía que el país se acercaba cada vez más a Cuba, que Chávez había introducido a sus cuadros en la industria petrolera hasta implosionar la economía y que la nación se deslizaba bajo una creciente influencia cubana.

Ese diagnóstico formaba parte de la plataforma presidencial de Juan Guaidó, que prometió poner fin a la injerencia de Cuba en Venezuela.

No es, sin embargo, una tarea sencilla. Neutralizar la influencia cubana afectaría también a otros actores: Rusia, Irán y el Partido Comunista Chino (PCCh). Romper esos vínculos significaría reequilibrar las relaciones globales en favor de Estados Unidos, en el marco de una pugna de poder mucho más amplia que en Hispanoamérica se libra entre bastidores.

Venezuela había sido un país modelo para la Doctrina Monroe, la política estadounidense que considera a Hispamoamérica el patio trasero de Estados Unidos. Según esa doctrina, el bloque comunista no debería inmiscuirse en la región.

Antes de Chávez, Venezuela se mantenía en esa línea. Durante la Guerra Fría, el país no tenía buenas relaciones con la Unión Soviética, sostenía una postura prooccidental y los partidos y movimientos comunistas eran reprimidos.

Técnicamente, Chávez no eliminó la Doctrina Monroe. En realidad, no podía hacerlo, porque no es una ley ni un tratado, sino una política declarada de Estados Unidos que se remonta a 1823. En lo esencial, establecía que el Nuevo Mundo estaba vedado a cualquier nueva colonización o interferencia de Europa, criterio que luego se extendió a la Guerra Fría. Pero cuando Chávez llegó al poder, proclamó que esa política estadounidense estaba muerta.

En 2006, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Chávez llegó incluso a arremeter abiertamente contra el sistema estadounidense, afirmando que los pueblos de Hispanoamérica dirían: «Imperialistas yanquis, volved a casa».

También se dedicó a impulsar nuevas estructuras de integración regional sin la participación de Estados Unidos ni Canadá. Entre ellas figuraban la Unión de Naciones Suramericanas y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Venezuela y Cuba también promovieron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. Todos estos mecanismos se concibieron como desafíos directos a Estados Unidos, con el objetivo de expulsarlo de Hispanoamárica.

A partir de ese vacío, otras potencias intervinieron y Chávez facilitó su entrada. Firmó más de 200 acuerdos de cooperación militar con Rusia, permitió a Irán abrir fábricas y bancos en el país y estableció vínculos militares y de inteligencia con el PCCh, suscribiendo cientos de acuerdos con el régimen chino. Después de que Chávez consolidara la presencia del PCCh, Venezuela se convirtió en un campo de pruebas para que este ampliara su control mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), compuesta por acuerdos de infraestructura diseñados con trampas de deuda.

Tras la muerte de Chávez, el PCCh siguió profundizando su presencia a través de la BRI. Venezuela terminó cediendo. La iniciativa china se utilizó para sustituir en la práctica las políticas estadounidenses de la Doctrina Monroe, y el país cayó en la pobreza, la delincuencia y la ruina.

Todo ello formó parte de un cambio más amplio. Con la red tejida por Cuba y Venezuela desplazando a Estados Unidos y atrayendo a Rusia, Irán y el PCCh, otros líderes de extrema izquierda, similares a Chávez y Maduro, fueron accediendo al poder en Hispanoamérica. Entre ellos figuraban Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y otros dirigentes de la región.

Estos líderes compartían una misma agenda básica: rechazar la Doctrina Monroe y aplicar los programas de la BRI impulsados por el PCCh. Eso se traducía en préstamos e inversiones concebidos para no ser reembolsados jamás. Cuando los países de la BRI incumplen sus pagos, quedan cada vez más sometidos al control del PCCh.

Muchas de las políticas emergentes de extrema izquierda y comunistas no se gestaron en la propia región. Tras la caída del Muro de Berlín, el bloque comunista global buscó fórmulas para mantener cohesionados sus regímenes. En Hispanoamérica, ese esfuerzo tomó cuerpo en el Foro de São Paulo, fundado en 1990 por Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Fidel Castro en Cuba. El foro se convirtió en una nueva conferencia internacional comunista para la región, que reunió a más de cien partidos, organizaciones y movimientos de izquierda, entre ellos formaciones marxistas, socialistas e incluso organizaciones narcoterroristas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Cártel de los Soles.

El Foro de São Paulo respondía a los objetivos que Chávez perseguía tras su colaboración con Castro. Se concibió para expulsar a Estados Unidos e impulsar la llegada al poder de regímenes de extrema izquierda.

El PCCh avivó las llamas. El régimen utilizó incluso su Banco de Desarrollo de China para otorgar miles de millones de dólares en préstamos a gobiernos de la marea rosa y trabajó para que obtuvieran financiación sin las condiciones del Fondo Monetario Internacional. Esto contribuyó a que los nuevos regímenes mantuvieran una buena imagen ante la opinión pública a medida que crecían y se expandían, mientras el PCCh los endeudaba cada vez más.

Pero la realidad de esos malos acuerdos acabó por quedar al descubierto en las elecciones venezolanas de 2018. Guaidó se presentó con una plataforma para corregir las políticas socialistas fallidas y erradicar la influencia cubana. Ganó las elecciones; Maduro le arrebató la victoria. En 2019, estallaron protestas masivas en las calles mientras Guaidó intentaba establecer un gobierno interino. Maduro terminó por aplastar a la oposición mediante milicias progubernamentales con presuntos vínculos con el Cártel de los Soles.

Todo ello ocurrió durante el primer mandato de Trump, que llegó a amenazar con invadir Venezuela para restablecer el orden, derrocar a Maduro y permitir la transición de poder a Guaidó.

Maduro entonces solicitó ayuda externa. Rusia realizó una demostración de fuerza contra Estados Unidos y envió dos bombarderos estratégicos Tu-160 con capacidad nuclear a Venezuela. Moscú también proporcionó armas, asesores militares y apoyo para mantener el régimen de Maduro, y advirtió que respaldaría a Venezuela y que cualquier intervención estadounidense tendría resultados catastróficos.

El PCCh también intervino, pero principalmente en el ámbito diplomático, con llamamientos contra cualquier posible intervención estadounidense. Maduro se mantuvo en el poder. Los problemas económicos y el declive nacional solo empeoraron. Guaidó huyó posteriormente a Florida.

Trump finalmente no intervino, pero en 2020, el Departamento de Justicia de EE. UU. anunció cargos penales contra Maduro y 14 funcionarios venezolanos, actuales y anteriores. Los cargos incluían narcoterrorismo, corrupción, narcotráfico y otros delitos. El Departamento de Justicia incluso sostuvo que Maduro y otros responsables venezolanos se habían «supuestamente asociado con [las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia] para usar cocaína como arma para inundar Estados Unidos».

Años después, cuando Trump regresó a la presidencia en 2025, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos endureció su postura contra Maduro. Anunció sanciones contra el Cártel de los Soles, lo declaró organización terrorista global y señaló a Maduro como líder del cártel y del propio grupo terrorista.

La declaración de grupo terrorista se reforzó en noviembre de 2025 con un anuncio oficial del Departamento de Estado.

Pero todo esto tenía también un contexto más profundo, que se remontaba a hechos anteriores a la declaración de Maduro como líder del Cártel de los Soles, a la propia designación de grupo terrorista e incluso a los ataques aéreos estadounidenses contra barcos cargados de droga. Una guerra estaba a punto de estallar en Sudamérica: Venezuela se preparaba para invadir Guyana, justo al norte.

En 2015, Guyana descubrió una de las mayores reservas de petróleo del mundo: aproximadamente 700 millones de barriles recuperables, según las primeras estimaciones. Muchas empresas, incluida Exxon, estaban realizando hallazgos petroleros en la zona. En medio de la crisis económica, Maduro ambicionaba ese recurso.

En diciembre de 2023, Maduro celebró un referéndum y afirmó que los votantes habían respaldado de forma abrumadora una política para que Venezuela anexara la región petrolera del Esequibo, en Guyana. Esa política también implicaba rechazar una orden de la Corte Internacional de Justicia en la disputa territorial. Durante el referéndum, Maduro anunció planes para desplegar fuerzas militares en Guyana y, posteriormente, autorizar a empresas estatales venezolanas a explotar allí petróleo y gas.

La declaración se vio reforzada por amenazas militares. Venezuela inició ejercicios en la frontera con Guyana. La armada venezolana lanzó incursiones cerca de la Zona Económica Exclusiva guyanesa y en las proximidades de las plataformas petrolíferas de ExxonMobil. La guerra se vislumbraba en el horizonte.

En marzo de 2025, Estados Unidos emitió una advertencia. El secretario de Estado, Marco Rubio, declaró en conferencia de prensa: «Sería un día muy malo para el régimen venezolano si atacaran Guyana o ExxonMobil. … Sería un día muy malo, una semana muy mala para ellos. No terminaría bien».

Aunque Rubio se negó a dar más detalles, afirmó que la Armada estadounidense «puede llegar a cualquier parte del mundo» y que Estados Unidos tiene «compromisos vigentes con Guyana».

Venezuela no atendió la advertencia. Entonces comenzaron los ataques estadounidenses. El primero se produjo el 2 de septiembre de 2025. Trump difundió un vídeo militar estadounidense de un ataque contra un barco de narcotraficantes venezolano.

La operación se ha ampliado. Estados Unidos está movilizando recursos militares para llevar a cabo ataques terrestres en Venezuela, y Trump ha advertido a Maduro de que sus días están contados.

He aquí por qué lo que está sucediendo en Venezuela es realmente importante. El país fue el canal para romper los lazos regionales con Estados Unidos en toda Hispanoamérica e introducir la influencia de un orden mundial alternativo a través de Rusia, Irán y el PCCh.

Hasta hace poco, Cuba era el principal bastión del comunismo en la región, pero su mala situación económica y la falta de capacidad militar limitaban su margen de acción. Venezuela aportó el dinero, al menos en los primeros años. Chávez, Castro y Lula lograron extender un orden de alineamiento comunista, financiado por el narcotráfico y el petróleo, destinado a expulsar a Estados Unidos.

Ese orden, sin embargo, está ahora en proceso de derrumbe. Y todo indica que las operaciones estadounidenses, aunque en parte se centran en sancionar el petróleo y desarticular las redes de narcotráfico, también persiguen reconstruir la influencia y la presencia de Estados Unidos en Hispanoamérica.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «Why Trump Might Overthrow Venezuela’s Leader»

Cómo puede ayudarnos a seguir informando

¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en España y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.