Experto en geopolítica: «Mali ya ha sucumbido» al yihadismo

ENTREVISTA - La situación en Malí es preocupante. Desde septiembre, el grupo yihadista JNIM, afiliado a Al Qaeda, ha impuesto bloqueos en todo el territorio del país africano, lo que ha generado una grave escasez de combustible

Por Julian Herrero
19 de noviembre de 2025 08:38 Actualizado: 19 de noviembre de 2025 15:26

Loup Viallet es especialista en geopolítica y director del medio de comunicación Contre-Poison. Advierte de que es preciso prepararse para el surgimiento de un emirato yihadista descentralizado en el Sahel.

¿Podría explicarnos qué está sucediendo en Malí? ¿Cuáles son los objetivos del grupo terrorista islamista?

La amenaza yihadista en Malí es hoy más grave que hace 15 años, cuando se lanzó la Operación Serval. La capital sufre una estrategia de estrangulamiento económico impulsada por JNIM, un grupo yihadista y mafioso vinculado a Al Qaeda y originario del norte del país. Desde esa región ha avanzado progresivamente hacia el sur —y, por lo tanto, hacia la capital, Bamako—, especialmente tras la retirada del ejército francés.

Los objetivos de JNIM son múltiples. Han impuesto un bloqueo económico del combustible importado de Senegal y Costa de Marfil para aislar a Bamako del resto del país, provocar disturbios e incluso derrocar al gobierno. Su estrategia no se centra tanto en tomar la capital como en deslegitimar a la junta militar y extender su influencia, primero sobre las poblaciones del Sahel (JNIM opera en Malí, Burkina Faso, Níger, el norte de Costa de Marfil, Togo y Benín, y en la frontera con Senegal) y después sobre los habitantes de los países del golfo de Guinea: Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Benín, Togo, entre otros.

En todos estos territorios, JNIM busca sustituir al Estado mediante la deslegitimación del gobierno, la recaudación de impuestos (zakat), la oferta de protección a las comunidades locales (seguridad y distribución de alimentos), el control de las rutas comerciales y la imposición gradual de la sharía (uso obligatorio del hiyab, prohibición de que las mujeres asistan a la escuela, abolición de la educación mixta).

¿Existe, entonces, un riesgo real de que Malí colapse hoy? ¿Cuentan los yihadistas con recursos superiores a los de la junta militar de Assimi Goïta? ¿Es probable que Bamako caiga en manos de los yihadistas en las próximas semanas?

En realidad, Malí ya ha sucumbido. El país está totalmente fragmentado y lo está de forma duradera. La junta militar en el poder no controla su territorio; su supervivencia depende exclusivamente de la ayuda internacional y de sus (costosos) patrocinadores rusos y turcos.

No creo que el JNIM esté intentando conquistar Bamako. Su estrategia es descentralizada y busca debilitar los poderes establecidos. Una ofensiva contra la capital casi con seguridad terminaría en un fracaso inútil y contraproducente: la relación de fuerzas es muy desigual.

Según mis fuentes, los combatientes yihadistas son entre tres y cuatro veces menos numerosos que las tropas malienses desplegadas en Bamako, reforzadas por la legión rusa y drones turcos. Incluso en el improbable caso de una victoria, la ciudad sería indefendible. Los bambara constituyen el grupo étnico mayoritario en la capital, mientras que los combatientes del JNIM son peul y tuareg. El JNIM sería percibido como una fuerza de ocupación por la población bamana.

¿Cómo reaccionó Rusia, aliada del régimen en el poder, ante los bloqueos y los ataques yihadistas?

El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, que ahora supervisa la legión rusa en África, emitió un comunicado en el que aludía a una supuesta campaña de desinformación destinada a desestabilizar los países del Sahel, al tiempo que reconocía el auge del JNIM en Malí. Esto demuestra su impotencia.

Su despliegue en el país no pretendía dar continuidad a la Operación Barkhane, sino servir de apoyo a la junta militar para explotar los recursos minerales malienses. El sábado 15 de noviembre se observó a efectivos del Africa Corps ruso custodiando la mina de oro de Intahaka (región de Gao, norte). Nada ha cambiado.

¿Existe riesgo de que la amenaza yihadista se extienda a otros países del Sahel, dado que JNIM ya tiene una presencia muy activa en Níger y Burkina Faso?

Ya se aprecia la expansión de la influencia de JNIM en los países vecinos de Malí. Sus acciones están desestabilizando toda la subregión. Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) publicado la semana pasada, el país cuenta con más de 400 000 desplazados internos y 335 000 refugiados en estados limítrofes.

En el norte, el bloqueo de Léré (en la región de Tombuctú) está provocando una afluencia de refugiados a Mauritania; en la región fronteriza de Hodh El Chargui, se estima que los malienses representan casi el 40 % de la población.

En el oeste, la frontera entre Senegal y Malí está bajo presión. El 1 de julio, JNIM atacó siete localidades malienses situadas a menos de dos kilómetros de la ciudad senegalesa fronteriza de Kidira.

Mientras tanto, las fuerzas armadas malienses concentran sus esfuerzos en proteger las carreteras del suroeste y garantizar el suministro de combustible a la capital, mientras JNIM extiende su control sobre el sureste del país. En estos momentos, la ciudad de Loulouni, en esa zona, cerca de la frontera con Burkina Faso, acaba de caer en manos del grupo.

Esta toma de la ciudad pone de manifiesto la acelerada fragmentación del país; Loulouni se encuentra cerca de Sikasso, la segunda ciudad más grande de Malí. Las milicias dozo ya no tienen capacidad para proteger esta parte del territorio frente a los combatientes de JNIM. En la región ya se están produciendo desplazamientos masivos de población hacia Costa de Marfil.

El problema de las fronteras porosas es constante. Son muy extensas, difíciles de controlar, y la casi total ausencia de cooperación entre los países del Sahel no contribuye a su protección. Por último, y lo que es más importante, las regiones fronterizas de Malí son particularmente pobres y tienen bajos índices de alfabetización. Constituyen un caldo de cultivo ideal para el reclutamiento yihadista.

¿Qué consecuencias tendría esta situación para Europa y Francia?

Debemos prepararnos para una afluencia prolongada de inmigrantes procedentes de África occidental y para el surgimiento de un emirato yihadista descentralizado en el Sahel, que iría conquistando nuevos territorios en esa región y en el sur del norte de África.

«El modelo del califato se está afianzando en el sur de Europa», comentó usted en X. ¿Qué puede hacer Francia para protegerse de la creciente amenaza yihadista en el Sahel?

En efecto, estamos presenciando una yihadización desde la base en toda la región del Sahel, un fenómeno que se propaga con rapidez.

Antes de plantear qué puede hacer Francia, conviene preguntarse qué pueden hacer los africanos. La Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), las organizaciones continental y subregional, se muestran completamente impotentes ante este fenómeno. Apenas pueden emitir declaraciones; por ejemplo, hace unos días, la UA lanzó un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que apoyara a Malí en su lucha contra el terrorismo.

Pasemos a los estados fronterizos: Senegal, Costa de Marfil, Mauritania, Argelia, Guinea, Burkina Faso y Níger. La mayoría ya se encuentra desbordada por el avance yihadista y la afluencia de refugiados. Los que lograron actuar como zonas de contención, como Mauritania, están ahora al borde del colapso. Ninguno tiene capacidad para fortificar de forma permanente sus fronteras (excepto Argelia, que gestiona cuidadosamente sus relaciones con los combatientes del FLA, un grupo armado activo en el norte de Malí), ni para lanzar una contraofensiva.

Francia, por su parte, inició una retirada militar de África en 2022 bajo el liderazgo del ministro de Defensa Sébastien Lecornu. Esto incluyó el fin de la Operación Barkhane en Malí, Níger y Burkina Faso, y el cierre de las bases militares permanentes en Senegal y Costa de Marfil. Fue un error histórico, ya que solo el ejército francés posee la experiencia y la pericia necesarias en la región del Sahel.

Lo que está en juego ahora es la organización o la desorganización de nuestra frontera sur. No intervenir significaría permitir que la amenaza yihadista crezca al sur de nuestras fronteras y que los principales estados desde los que podría contenerse se vean progresivamente desestabilizados. Esta situación caótica podría permitir que potencias como Rusia o Turquía extiendan su influencia sobre los nuevos gobiernos africanos para garantizar, no la paz civil, sino la protección (efímera) de regímenes debilitados.

Sin embargo, una nueva Operación Barkhane sería inimaginable en las circunstancias actuales. ¿Y qué consecuencias políticas tendría? Las divisiones internas de Malí (las demandas de autonomía e independencia del norte del país por parte de los combatientes de Azawad) son más profundas que nunca. Resulta impensable considerar la resolución de la crisis maliense volviendo al statu quo anterior a la guerra. Malí, en su estado actual, no tiene futuro. Una tutela de la ONU sería legalmente posible, pero políticamente inviable. ¿A menos que la Unión Africana y todos sus vecinos la respaldaran?

Por el momento, es urgente ayudar a fortificar las fronteras de los estados vecinos de Malí y encontrar una fórmula para que el ejército francés regrese al golfo de Guinea. Pero dudo que una iniciativa de esta naturaleza pueda ser emprendida por un gobierno liderado por Sébastien Lecornu, el mismo ministro de las Fuerzas Armadas que ordenó su cierre en primer lugar.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «Sahel: «Le Mali s’est déjà effondré », alerte Loup Viallet».

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