Mientras Maduro desafía a Washington, las exportaciones agrícolas venezolanas hacia EE. UU. crecen 27 % en un año

Por Maibort Petit
16 de octubre de 2025 19:26 Actualizado: 16 de octubre de 2025 19:35

En medio de un clima de sanciones, discursos cruzados y operaciones financieras bajo la lupa, Venezuela logró expandir en un 62 % sus exportaciones agrícolas desde 2019. Lo que a primera vista parece un modesto logro productivo, esconde un movimiento más profundo: la reconfiguración de los canales de comercio entre Caracas y Washington.

Detrás de los envíos de cacao, ron y mariscos, se asoma una diplomacia económica silenciosa, impulsada por empresarios afines al régimen y redes privadas que buscan esquivar el aislamiento internacional.

Un crecimiento agrícola bajo tutela política

Según datos oficiales del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), las exportaciones agrícolas venezolanas alcanzaron $732 millones en 2024, un aumento del 10 % respecto al año anterior.

El 42 % tuvo como destino la Unión Europea, el 24 % Estados Unidos y el 7 % China.
Solo hacia EE. UU., las exportaciones agrícolas sumaron 173 millones de dólares (150 millones de euros), impulsadas por productos del mar —cangrejo azul, camarón, atún y peces congelados—, además de cacao, ron y madera.

El crecimiento, sin embargo, no proviene de un renacimiento rural ni de una reforma productiva. Expertos consultados por Sin Filtros Geopolítica aseguran que se trata de un modelo de enclave exportador, donde pequeños sectores con acceso a divisas y protección política concentran el negocio.


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«No estamos viendo una recuperación agrícola estructural, sino una adaptación del régimen a las sanciones. Lo que se exporta es lo que puede generar divisas rápidas y trazables por canales no sancionados», explicó un economista vinculado a la Cámara Venezolano-Americana de Comercio (VenAmCham), que pidió el anonimato por razones de seguridad.

Entre sanciones y pragmatismo: el rol de Washington

Mientras tanto, los canales comerciales entre EE. UU. y Venezuela siguen marcados por una paradoja.

El Comtrade de Naciones Unidas reportó que las exportaciones totales venezolanas hacia Estados Unidos sumaron 6.320 millones de dólares (5500 millones de euros) en 2024, un salto que se explica casi por completo por el repunte de importaciones energéticas (más de 6.000 millones de dólares [5200 millones de euros] en crudo y derivados).

El resto —menos del 5 % del total— se reparte entre productos agroalimentarios, químicos, cacao, bebidas alcohólicas y mariscos.
La magnitud del petróleo dentro del intercambio bilateral deja claro que el repunte agrícola no altera el carácter estructural del comercio, pero sí abre un espacio simbólico de negociación.

El dato cobra relevancia política en un momento en que la administración estadounidense, bajo el liderazgo de Donald Trump, busca redefinir la estrategia hacia Hispanoamérica, privilegiando alianzas comerciales y seguridad hemisférica sobre la confrontación ideológica.


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En ese contexto, el aumento de las compras de alimentos venezolanos podría funcionar como un gesto pragmático, útil para mantener abiertos ciertos canales logísticos sin flexibilizar plenamente las sanciones petroleras.

Los nuevos actores del comercio «legalizado»

Una revisión de registros de exportación obtenidos para esta nota revela que varias de las compañías que canalizan los envíos agrícolas a EE. UU. y Europa tienen vínculos directos con funcionarios o empresarios aliados del régimen.

Entre los sectores más activos destacan:

– Empresas pesqueras en Sucre y Nueva Esparta, controladas por grupos militares y cooperativas bajo tutela del Ministerio de Pesca.
– Procesadoras de cacao y licores con participación de capital mixto, donde aparecen nombres asociados al círculo económico de Delcy Rodríguez y Tareck El Aissami.
– Exportadores forestales que operan bajo licencias ambientales otorgadas de forma discrecional, vinculadas a proyectos del Arco Minero del Orinoco.

Este entramado refleja cómo el régimen reconfigura su economía hacia un esquema de «exportaciones selectivas», donde los sectores no sancionados sirven de fachada para operaciones financieras más amplias.

En palabras de un exfuncionario del Banco Central de Venezuela:

«El cacao y el ron son la cara limpia de un modelo que sigue dependiendo del petróleo y del oro. Lo agrícola se usa para mostrar apertura, pero los dólares siguen llegando por los canales opacos del crudo y la minería».

Diplomacia económica y blanqueo de imagen

El repunte agrícola también cumple una función diplomática.

Una campaña silenciosa del régimen busca proyectar una imagen de país productivo ante los mercados internacionales, mientras mantiene su política represiva a lo interno.

El envío de cacao a Bélgica o de camarones a Miami se convierte así en una herramienta narrativa, usada en foros multilaterales, para argumentar que el país «diversifica su economía y contribuye al comercio justo», aun cuando la base agrícola nacional sigue empobrecida y militarizada.

El crecimiento del comercio agrícola con EE. UU. no implica una normalización política, pero sí una apertura encubierta, donde ambos gobiernos parecen dispuestos a mantener un canal económico funcional sin reconocimiento formal.

Para Washington, el interés está en garantizar estabilidad logística y evitar un colapso regional del Caribe, mientras que para Caracas, la prioridad es mostrar signos de vida económica y obtener divisas frescas sin ceder poder político.

En palabras de un analista de seguridad hemisférica, José R. Contreras: «Maduro está ensayando una diplomacia de los alimentos. Sabe que el petróleo lo mantiene bajo sanción, pero el cacao y el pescado le abren una puerta narrativa ante el mundo. Es la nueva fachada del mismo sistema extractivo».

El espejismo del auge

En perspectiva, los 732 millones de dólares (633 millones de euros) de exportaciones agrícolas lucen pequeños frente a los 6.320 millones de dólares (5500 millones de euros) totales que Estados Unidos importó de Venezuela durante 2024, de los cuales el 95 % sigue siendo petróleo.

Pero la cifra agrícola adquiere un valor simbólico: representa la parte visible de una economía que intenta reciclar legitimidad en medio del colapso.

El auge exportador no se traduce en bienestar rural

Según la Red Agroalimentaria de Venezuela, más del 70 % de las tierras cultivables permanecen ociosas, los insumos agrícolas dependen de importaciones controladas por el Estado, y los trabajadores del campo ganan menos de 50 dólares (43 euros) al mes.

El aumento de exportaciones responde, sobre todo, a enclaves costeros e industriales con acceso a dólares y permisos oficiales.

El comercio agrícola entre EE. UU. y Venezuela en 2024 revela una nueva capa de la estrategia de supervivencia del régimen de Maduro.

Bajo el barniz de diversificación económica, el aparato estatal continúa usando las exportaciones como instrumento político y financiero, mientras mantiene su dependencia estructural del petróleo y las alianzas con actores extrarregionales como Rusia, Irán y China.

Aun así, el repunte de los envíos agrícolas —aunque marginal en términos macroeconómicos— se convierte en un termómetro político: indica hasta dónde Estados Unidos está dispuesto a tolerar un comercio funcional con Caracas sin levantar del todo el régimen de sanciones.

La «diplomacia del cacao y el camarón» podría, a la larga, ser el preludio de una negociación económica más amplia, o simplemente el nuevo rostro del viejo modelo rentista que ha caracterizado a Venezuela durante las últimas dos décadas.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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