China y Venezuela conquistan Nueva York sin disparar un tiro

Por Maibort Petit
23 de octubre de 2025 20:33 Actualizado: 23 de octubre de 2025 20:34

En el corazón de Manhattan, una red de foros, ONGs y partidos socialistas difunde el ideario bolivariano y las narrativas del Partido Comunista Chino bajo la fachada de activismo progresista.

En una esquina de la calle 37 con la Octava Avenida, una fachada anodina oculta lo que algunos en Washington describen como una «embajada del pensamiento socialista en el corazón del capitalismo». Dentro de The People’s Forum (TPF), jóvenes activistas, veteranos del sindicalismo y estudiantes universitarios se reúnen entre retratos de Marx y afiches de la revolución cubana, de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Hay libros sobre Mao, debates sobre Palestina y cafés solidarios donde se discute el fin del neoliberalismo como si se hablara del clima. Nueva York, la metrópoli más capitalista de América, se ha convertido, paradójicamente, en el centro operativo de una nueva internacional ideológica.

Durante las últimas dos décadas, la ciudad ha albergado un denso ecosistema de partidos, ONG y colectivos de izquierda radical. Algunos promueven el socialismo democrático dentro de los cauces institucionales del Partido Demócrata. Otros, abiertamente marxistas, comunistas o maoístas, actúan desde la periferia, pero con una influencia cultural y simbólica que se extiende mucho más allá de su tamaño. El mapa es amplio: desde los Demócratas Socialistas de América (DSA) hasta el Party for Socialism and Liberation (PSL), pasando por núcleos marxistas-leninistas como el Communist Party USA o el Revolutionary Communist Party (RCP).

Lo que distingue a esta constelación de grupos no es solo su militancia local, sino su conexión con redes globales que buscan reconfigurar el discurso político estadounidense. Muchos de estos movimientos encuentran en Nueva York el escenario ideal: una ciudad progresista, diversa y saturada de medios donde la protesta es tan natural como el tráfico. Las ONG de solidaridad internacional —como Code Pink, No Cold War o Solidarity with the Bolivarian Revolution— entrelazan causas: Gaza, Cuba, Venezuela, el antiimperialismo. En ese tejido, los discursos anticapitalistas conviven con consignas anti-OTAN y proclamas de «resistencia global» que a menudo replican narrativas promovidas por Pekín, Caracas o La Habana.

Captura de Pantalla realizada el 22 de octubre de 2025 a las-2:51 pm hora NY.

El epicentro de esta red es The People’s Forum, una organización sin ánimo de lucro fundada en 2018 en Midtown Manhattan. Oficialmente, se presenta como un «espacio para la educación política popular y el diálogo entre los pueblos». En la práctica, se ha convertido en lo que críticos en Washington describen como una estructura de diplomacia blanda al servicio de la expansión del pensamiento socialista con narrativa china. Aquí se celebran conferencias sobre la «revolución bolivariana», se imparten cursos de «historia revolucionaria» y se tejen alianzas entre movimientos antiimperialistas de América Latina, Asia y África. Su estética mezcla carteles de la Revolución Cultural con murales del Che y Angela Davis.

En julio de 2025, mientras millones de venezolanos se preparaban para votar en una elección presidencial que enfrentaba a Nicolás Maduro con el opositor Edmundo González, The People’s Forum se posicionó como un centro de análisis y solidaridad con el proceso bolivariano. A través de foros, debates y campañas educativas, TPF rechazó las narrativas de fraude promovidas por medios occidentales y sectores políticos estadounidenses, argumentando que el sistema electoral venezolano cuenta con múltiples capas de auditoría y mecanismos de control imparcial. Pero TPF no opera sola: forma parte de una vasta red de organizaciones de izquierda y solidaridad internacional, que incluye desde el Party for Socialism and Liberation y CODEPINK hasta el DSA International Committee, Venezuela Solidarity Network y colectivos como el All-African People’s Revolution Party – GC. Este entramado de grupos, repartidos por Estados Unidos, América Latina y Canadá, utiliza la plataforma de TPF para coordinar campañas, talleres y manifestaciones, proyectando un discurso de antiimperialismo y defensa de la soberanía venezolana que se entrelaza con otras causas progresistas y socialistas en la diáspora.

Captura de Pantalla realizada el 22 de octubre de 2025 a las 2:54 pm hora NY.

A comienzos de septiembre de 2025, el debate sobre The People’s Forum (TPF) alcanzó el Congreso de Estados Unidos. En una carta dirigida al co-director del centro, Manolo De Los Santos, el presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, Jason Smith, acusó a la organización de operar como un «conducto» de narrativas alineadas con el Partido Comunista Chino (PCC). Según el legislador, el financiamiento de TPF provendría en parte de donantes como Neville Roy Singham, empresario con vínculos empresariales y familiares en Shanghái relacionados con el PCC. Smith advierte que, bajo la apariencia de activismo educativo, el foro ha organizado seminarios sobre la «revolución china» y foros dedicados a la resistencia antiimperialista, configurando una red de influencia blanda que «sirve para legitimar el modelo político chino en el imaginario progresista estadounidense».

Las acusaciones de Smith fueron reforzadas en abril por el senador Chuck Grassley, quien instó formalmente a que TPF se registrara bajo la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA). Grassley sostiene que el foro promueve «intereses políticos y de política exterior del gobierno comunista chino» mediante campañas de educación ideológica y propaganda digital disfrazadas de activismo cultural. Entre los ejemplos citados figuran cursos como «Lenin and the Path to Revolution» y actividades conjuntas con el colectivo Qiao Collective, conocido por difundir narrativas del socialismo con «características chinas» dentro de la diáspora asiática en Estados Unidos. Para el senador, estos esfuerzos no constituyen simples ejercicios académicos, sino una sofisticada estrategia de penetración cultural diseñada para erosionar la confianza en el sistema democrático estadounidense.

El impacto de TPF, sin embargo, no se limita al eje Pekín-Nueva York. Investigaciones del Programa de Extremismo de la Universidad George Washington (julio de 2025) documentan vínculos entre el foro y el Instituto Simón Bolívar de Venezuela, plataforma diplomática creada por el régimen chavista para coordinar alianzas ideológicas en América Latina. Estos nexos —basados en conferencias, materiales educativos y encuentros de solidaridad— funcionan como una diplomacia«pueblo a pueblo» que funde el discurso bolivariano con el maoísmo contemporáneo bajo la consigna común de «resistencia frente a la guerra híbrida». En este entramado, The People’s Forum aparece no solo como un espacio cultural, sino como un operador ideológico transnacional, un engranaje visible dentro de una red global que combina militancia, financiamiento y geopolítica bajo el sello de un nuevo internacionalismo socialista.

El crecimiento de esta red ha transformado el paisaje político neoyorquino. Según datos de 2025, el capítulo neoyorquino de los Demócratas Socialistas de América (DSA) cuenta con más de 10 000 miembros activos y 15 funcionarios electos en cargos locales y estatales, incluyendo legisladores en Albany y concejales en el Ayuntamiento. El ascenso de figuras como Zohran Mamdani, quien ganó la primaria demócrata para la alcaldía, refuerza la idea de que las tesis socialistas —antes marginales— se han infiltrado en el corazón del poder municipal. Mientras tanto, grupos como el PSL o el Communist Party USA mantienen presencia constante en protestas, en las calles y en los campus universitarios, proyectando un activismo persistente y disciplinado.

Lo que emerge, en suma, es un fenómeno que trasciende lo electoral. Nueva York no ha sido conquistada por el comunismo, pero sí transformada por él. En el tejido cultural, académico y político de la ciudad se entrelazan narrativas de resistencia, justicia social y antiimperialismo que, aunque diversas, comparten un punto de origen: la convicción de que el capitalismo occidental ha llegado a su límite moral. En ese marco, China aparece no solo como un actor lejano, sino como una potencia que aprovecha el activismo progresista para proyectar su modelo ideológico en suelo estadounidense.

En los cafés de Harlem, en los centros culturales del Bronx y en los foros de Manhattan, la izquierda neoyorquina debate el futuro del mundo mientras cita a Marx y a Fanon, pero también a Xi Jinping. Lo que para unos es un renacimiento del pensamiento crítico, para otros es la silenciosa colonización cultural del siglo XXI. Y en ese pulso —entre idealismo y estrategia— Nueva York sigue siendo, como siempre, el laboratorio más intenso del alma política americana.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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