Accidente cerebrovascular: evite estos factores de riesgo

Cada año, 270 000 personas sufren un ictus en Alemania, y hasta un 70 % de estos episodios podría prevenirse. Conozca qué factores de riesgo puede empezar a reducir desde ahora

Por Mercura Wang
3 de diciembre de 2025 13:23 Actualizado: 3 de diciembre de 2025 13:23

En Alemania, unas 270 000 personas sufren un ictus cada año. No es solo una urgencia repentina, sino también una enfermedad crónica, con secuelas duraderas y un alto riesgo de recurrencia.

Aunque un ictus o accidente cerebrovascular no puede curarse en el sentido de revertir el daño cerebral, se trata de una afección para la que existen tratamientos eficaces. Se calcula que cerca del 70 % de los episodios podría prevenirse, ya que un estilo de vida saludable influye de forma decisiva en los principales factores de riesgo.

Factores de riesgo controlables

Consumo de sustancias: fumar es uno de los principales factores de riesgo prevenibles de ictus, ya que daña el corazón y los vasos sanguíneos.

El tabaquismo pasivo también resulta perjudicial.

El consumo excesivo de alcohol eleva la presión arterial y los niveles de triglicéridos, lo que puede favorecer el endurecimiento de las arterias.

Ciertas drogas, como las anfetaminas, la cocaína y el cannabis, incrementan igualmente el riesgo. El consumo intravenoso de estupefacientes lo aumenta de forma notable, porque los coágulos de sangre pueden desplazarse hasta el cerebro.

Hábitos de vida: la falta de actividad física aumenta la probabilidad de ictus, ya que contribuye a la obesidad, la hipertensión arterial, el colesterol elevado y la diabetes.

Una alimentación rica en grasas trans y con un exceso de calorías conlleva riesgos similares. Quienes consumen con frecuencia bebidas carbonatadas presentan, además, un riesgo significativamente mayor de accidente cerebrovascular.

Dormir muy poco o demasiado también puede incrementar el riesgo, porque favorece la hipertensión arterial, la inflamación y ciertas afecciones subyacentes, como las enfermedades cardíacas o la diabetes.

Afecciones médicas: trastornos cardíacos y de la sangre, como la fibrilación auricular o la anemia de células falciformes, pueden aumentar el riesgo de formación de coágulos que provoquen accidentes cerebrovasculares isquémicos. Los aneurismas (arterias debilitadas y abultadas), las malformaciones arteriovenosas (conexiones anómalas entre vasos sanguíneos) y la hipertensión arterial incrementan, por su parte, la probabilidad de accidentes cerebrovasculares hemorrágicos. La dislipidemia (niveles anormales de colesterol u otras grasas en la sangre) favorece la acumulación de placa en las arterias y, con ello, eleva el riesgo de ictus isquémico.

Los trastornos del sueño, como la apnea obstructiva del sueño, también aumentan el riesgo.

Salud mental y estrés: la ansiedad, la depresión, el estrés crónico, las largas jornadas laborales y el aislamiento social pueden elevar el riesgo de accidente cerebrovascular al aumentar la presión arterial, favorecer la inflamación, alterar el sueño y propiciar hábitos poco saludables.

Terapias hormonales: los anticonceptivos orales y las terapias de sustitución hormonal pueden incrementar el riesgo de accidente cerebrovascular. El estrógeno, en particular, modifica las proteínas implicadas en la coagulación de la sangre.

Medicamentos: los anticoagulantes, los antiplaquetarios, los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y algunos antidepresivos pueden aumentar el riesgo de sangrado al alterar la función de las plaquetas o elevar la presión arterial.

Contaminación atmosférica: la exposición, tanto a corto como a largo plazo, a partículas suspendidas en el aire incrementa el riesgo de accidente cerebrovascular isquémico, ya que puede desencadenar inflamación, estrés oxidativo y un deterioro de la función vascular.

Microplásticos: los microplásticos (pequeñas partículas de plástico) transportan toxinas y se han identificado en la mayoría de las placas de la arteria carótida. Un estudio de 2024 relacionó su presencia con un riesgo 4,5 veces mayor de accidente cerebrovascular.

Accidente isquémico transitorio (AIT): un AIT, a veces denominado miniaccidente cerebrovascular, se produce cuando se interrumpe de forma temporal el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro.

Infección por la covid-19: un estudio de 2020 halló una fuerte asociación entre la infección por la covid-19 y los accidentes cerebrovasculares isquémicos. Aunque las vacunas de ARNm frente a la covid-19 no se consideran factores de riesgo demostrados, un estudio de 2024 describió una posible asociación, especialmente en personas de 45 años o más, con una frecuencia de accidentes cerebrovasculares aproximadamente ocho veces mayor de lo esperado tras la vacunación.

Factores de riesgo no controlables

Sexo y edad: los hombres son más propensos a sufrir un ictus que las mujeres, pero estas presentan una mayor tasa de mortalidad. Las mujeres corren un riesgo añadido durante el embarazo y la menopausia debido a los cambios hormonales que influyen en los vasos sanguíneos y en la coagulación.

La edad es otro factor importante: el riesgo de ictus se duplica cada década después de los 55 años, aunque esta afección puede presentarse a cualquier edad. Incluso los bebés menores de un año tienen un mayor riesgo, lo que demuestra que esta emergencia médica puede afectar a todas las etapas de la vida.

Genética y antecedentes familiares: las afecciones hereditarias, como los trastornos de la coagulación sanguínea (por ejemplo, el factor V Leiden) o las enfermedades vasculares (como la CADASIL), pueden incrementar el riesgo de ictus y transmitirse de generación en generación.

Grupo sanguíneo AB: según un metaanálisis a gran escala de 2023, las personas con grupo sanguíneo AB tienen aproximadamente un 24 % más de riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular isquémico que quienes pertenecen al grupo sanguíneo O.

Evite los factores de riesgo controlables: reduzca el consumo de tabaco, el exceso de alcohol, la dieta poco saludable, la falta de ejercicio y las enfermedades no tratadas.

Controle las enfermedades crónicas: tome la medicación prescrita y realice cambios en su estilo de vida para controlar afecciones como la hipertensión arterial, la diabetes y la fibrilación auricular.

Consuma alimentos cardiosaludables: incluya en su dieta diaria abundantes alimentos ricos en fibra, frutas y verduras, para reducir el colesterol y mejorar la salud cardíaca. La dieta mediterránea puede disminuir el riesgo de accidente cerebrovascular isquémico en un 22 %, mientras que la dieta «Enfoques dietéticos para detener la hipertensión» (Dietary Approaches to Stop Hypertension, DASH), recomendada por la Asociación Estadounidense del Corazón y la Asociación Estadounidense de Accidentes Cerebrovasculares, se centra en frutas, verduras, cereales integrales y alimentos bajos en sodio para ayudar a controlar la presión arterial.

Controle el estrés: utilice técnicas para reducirlo, como el ejercicio, la meditación o la terapia.

Use hilo dental a diario: un estudio publicado en enero relacionó el uso habitual del hilo dental con una reducción del 22 % en el riesgo de accidente cerebrovascular isquémico y del 44 % en el riesgo de accidente cerebrovascular causado por coágulos sanguíneos de origen cardíaco.

¿Cuáles son los síntomas y las primeras señales de un ictus?

Los síntomas de un ictus suelen aparecer de forma repentina y alcanzan su máxima intensidad al inicio. En algunos casos, pueden presentarse de manera intermitente o empeorar gradualmente y, en ocasiones, la persona ni siquiera llega a ser consciente de que ha sufrido un accidente cerebrovascular.

Distintas áreas del cerebro reciben irrigación de arterias específicas. Por ello, si un ictus obstruye el flujo sanguíneo hacia una región concreta, se verá afectada la función que controla esa zona; por ejemplo, el movimiento o la sensibilidad en una extremidad. Aunque ciertos síntomas pueden solaparse, cada accidente cerebrovascular suele presentar características propias.

Los ictus suelen afectar a un lado del cerebro y causar síntomas en el lado opuesto del cuerpo, porque la mayoría de los nervios se cruzan, salvo cuando se ve comprometido el tronco encefálico.

Señales de alerta comunes:

Debilidad o parálisis de la musculatura facial
Debilidad en un brazo
Dificultad para hablar o para entender lo que se le dice
Entumecimiento, debilidad o parálisis en un lado del cuerpo
Confusión súbita o disminución de la atención
Pérdida de visión en uno o ambos ojos
Dificultad para caminar o sensación de inestabilidad
Mareos, aturdimiento o problemas de equilibrio
Dificultad para tragar
Pérdida repentina de memoria

Los siguientes síntomas son más frecuentes en mujeres:

Dolor en la cara, el brazo o la pierna
Hipo o náuseas
Dolor en el pecho o latidos cardíacos irregulares
Dificultad para respirar o sensación de falta de aire

En caso de hemorragia cerebral (ictus hemorrágico), pueden aparecer además los siguientes síntomas:

Pérdida del conocimiento
Convulsiones
Sensibilidad a la luz
Rigidez o dolor de cuello
Dolores de cabeza intensos sin causa conocida
Temblores en las manos

¿Qué tipos de ictus existen y qué los causa?

La causa de un ictus varía según el tipo. Existen dos tipos principales: isquémico y hemorrágico.

1. Accidente cerebrovascular isquémico

Aproximadamente el 80 % de los accidentes cerebrovasculares son isquémicos. Se producen cuando se bloquea el flujo sanguíneo y el aporte de oxígeno a las células cerebrales. Esta obstrucción suele deberse a un coágulo sanguíneo o a la acumulación de placa en las arterias.

La aterosclerosis es una de las principales causas de este tipo de ictus. La acumulación de placa endurece y estrecha las arterias, lo que limita el flujo sanguíneo. Esto puede afectar a vasos de todo el organismo, incluidas las arterias del cuello y del cerebro. Una causa frecuente es la enfermedad de la arteria carótida, en la que se acumula placa en las carótidas que irrigan el cerebro. Esa placa puede romperse y dar lugar a coágulos que bloquean la circulación. La inflamación crónica también puede dañar los vasos sanguíneos, favorecer la aterosclerosis y agravar la lesión cerebral tras un ictus.

En casos poco frecuentes, los accidentes cerebrovasculares son consecuencia de afecciones subyacentes como tumores, infecciones o inflamación cerebral debida a lesiones o enfermedades. Estas situaciones pueden reducir la presión arterial y el flujo de sangre al cerebro, y desencadenar un ictus isquémico.

2. Accidente cerebrovascular hemorrágico

Un accidente cerebrovascular hemorrágico se produce cuando un vaso sanguíneo del cerebro o de su entorno se rompe, lo que provoca una hemorragia, inflamación cerebral y aumento de la presión dentro del cráneo, con posible daño de las neuronas.

Algunas personas nacen con anomalías en las arterias que aumentan el riesgo de sufrir un ictus a lo largo de la vida. En estos casos, el episodio puede ser de tipo isquémico o hemorrágico.

Este artículo no sustituye el consejo médico profesional. Ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte a su médico o farmacéutico.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Alemania con el título «Schlaganfall: Vermeiden Sie diese Risikofaktoren»

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