Opinión:
A principios de la pasada semana, un agente de la policía marroquí —comúnmente denominados mehanis— se aproximaba a los pasos fronterizos de El Tarajal (frontera entre Marruecos y España). Según me cuentan compañeros de los allí presentes, este agente del régimen alauí se deshizo de su arma reglamentaria y solicitó asilo a sus homólogos españoles. Estaba aparentemente conmovido y el miedo se podía entrever en su mirada; sabía que, si su solicitud era rechazada, este se enfrentaría a represalias por parte del Reino de Marruecos. Además, deslizó que conocía perfectamente en qué consistían dichas represalias porque había estado trabajando en puestos estratégicos donde se decidía qué hacer con aquellos que rozaban la traición.
Afortunadamente, este agente marroquí traspasó las fronteras que dividen Marruecos y España, y su solicitud de asilo fue aceptada en primera instancia, aunque más tarde vio cómo el régimen alauí trató de que dicha solicitud fuese declinada, algo que le dejó muy intranquilo. Incluso estuvo noches sin dormir ante el temor de que, en un instante, fuese devuelto a Marruecos, cuentan los allí presentes. Este jueves conocíamos oficialmente la decisión: la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional acordaba reconocer el derecho del policía marroquí que solicitó asilo en el puesto fronterizo de El Tarajal, Ceuta, a permanecer en España mientras se tramita el recurso de su abogada contra la denegación de protección internacional determinada por la Oficina de Asilo y Refugio (OAR).
Podríamos hablar largo y tendido sobre el agente en cuestión y, más ahora, que ciertas asociaciones promarroquíes tratan de decir que no es un mehani, por aquello de desprestigiar al asilado y desacreditar todo lo que pueda contar sobre el régimen dictatorial de Mohamed VI. Pero este que os escribe ha visto ya su carné profesional y os puedo asegurar que M. C. es agente de la Policía marroquí, tiene 38 años y, además, es natural de Alhucemas. En definitiva, es rifeño, y esto agravaría aún más su situación si España decidiese enviarlo de vuelta, que es lo que pretende el Reino de Marruecos.
Ahora sus represalias también son las nuestras y, miren ustedes, no hay que temerlas. Esas posibles represalias son un resultado directo de la nefasta diplomacia existente entre España y Marruecos. Y digo entre España y Marruecos porque esto viene de lejos: tanto el PP como el PSOE han errado en este asunto a partes iguales. Y digo que no hay que temerlas porque la ciudadanía española necesita ver el mal diez veces para saber que es el mal; somos así de zopencos. Y digo diez veces porque ya hace más de una década que sufrimos los rebotes de un régimen al que poco debemos, pero que nos complica la existencia cada vez que se siente molesto. Ya lo cuenta ni más ni menos que un agente del Centro Nacional de Inteligencia español en sus memorias, prologadas por alguien que sabe bien de lo que hablo, D. Ignacio Cembrero. En estas memorias, un agente del CNI relata cómo, allá por agosto del año 2014, la Guardia Civil, en aguas de Ceuta, dio el alto a una lujosa lancha de recreo en la que navegaba el rey Mohamed VI rumbo a Tánger. Aquel hecho, no malintencionado y fruto del control que deben hacer los agentes en aguas españolas, supuso más tarde —días después— la entrada de 1400 inmigrantes ilegales en costas andaluzas y la interrupción de las colaboraciones en materia de seguridad entre España y Marruecos.
Ya conocemos también lo que sucedió durante aquel mes de mayo del año 2021, cuando, entre los días 17 y 18 de mayo, Marruecos decidió no controlar las fronteras que separan España y Marruecos a la altura de los pasos fronterizos de El Tarajal, en Ceuta, y esto motivó que, en pocas horas, la ciudad se viese invadida por más de 10 000 inmigrantes ilegales. Fue la respuesta de Mohamed VI a la acogida, por parte de España, del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, cuando padecía una enfermedad y fue atendido en secreto en un hospital español. Bien sabemos algunos que los servicios secretos del Reino de Marruecos llegan hasta las cocinas de Moncloa, lo que motivó que el régimen alauí tuviese conocimiento de aquella maniobra pocas horas después de la llegada del líder saharaui a España.
Y este es uno de los sucesos sonados. Pero existen otros menos sonados. Cuando las cosas no van bien entre España y Marruecos, el régimen del sátrapa alauí toma represalias ante un país que no ha sabido, a lo largo de los últimos lustros, defender su posición frente a quien en estos momentos ha decidido detonar una guerra híbrida contra España. No necesita de armas ni de buques de guerra; el arma es la inmigración y los inmigrantes son la munición. Inmigrantes que, desde Marruecos, continúan llegando a lugares como Ceuta, Melilla, Andalucía e incluso Canarias, impulsados desde el litoral marroquí visible desde Fuerteventura o Lanzarote, o desde el litoral del ocupado Sáhara Occidental que, aunque muchos lo ignoran, llega hasta Cabo Blanco, limítrofe con áreas de Nuadibú (Mauritania). Desde allí parten numerosos cayucos ajenos a todo tipo de control por parte de las autoridades marroquíes, como así consta en informes internos de la Guardia Civil a los que ha tenido acceso este servidor.
Ahora solo queda esperar a ver qué sucederá. El Gobierno español ha hecho caso omiso a la petición de devolución del mehani desertor, como es natural. Pero, con un Gobierno plegado a los intereses del régimen alauí, esto solo puede salir mal. Se dice que ahora Marruecos se portará bien, que no le conviene armar lío por aquello de la candidatura del mundial, pero lo que no saben ustedes es que el sátrapa alauí tiene múltiples recursos para fastidiar nuevamente a nuestro país. El de la inmigración es, sin duda, el más usado en estos últimos años y este será el arma utilizada para responder ante la acogida del agente de la Policía marroquí. Algunos pensarán que puede haber movimientos sobre Ceuta y Melilla, pero no debemos olvidar las Canarias, como tampoco podemos olvidar que existen islotes en el Mediterráneo también susceptibles de la respuesta vengativa de Mohamed VI. Así pues, la acogida del mehani rifeño desatará, más temprano que tarde, la ira del régimen alauí.
Rubén Pulido sirvió once años en el Ejército del Aire donde obtuvo un máster en Relaciones Internacionales por la UCAM. Fuera del ámbito militar, ha asesorado a varios organismos en materia de inmigración, fue director de comunicación de un grupo parlamentario en Andalucía y actualmente colabora con varios medios de comunicación y entidades públicas.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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