Esta es la cuarta parte de «La medicina de la virtud»
Parte 1 – Gratitud: una medicina alternativa para la ira y la depresión.
Parte 2 – Su cerebro está programado para la honestidad: Mentir le puede cobrar la factura.
Parte 3 – Cómo el perdón curó de manera insólita la salud mental y física de un héroe del 11-S.
Una famosa parábola cuenta la historia de un niño que tenía muy mal genio. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que se sintiera enfadado o resentido, clavara un clavo en la valla del jardín. El niño clavó los clavos con entusiasmo y, al poco tiempo, la valla estaba llena de clavos. Finalmente, su padre le pidió que quitara los clavos uno por uno. Mientras los sacaba, el niño se fijó en los agujeros que quedaban.
«Estos agujeros son como las cicatrices que deja tu resentimiento», le dijo el padre. «La ira y el dolor pueden desaparecer, pero las cicatrices permanecen».
El resentimiento marca nuestros corazones, no solo emocionalmente, sino también físicamente. Afortunadamente, existe tanto una cura como una prevención.
El coste del resentimiento en nuestros corazones
En un estudio dirigido por Robert Enright, investigador pionero en el campo del perdón y profesor de psicología educativa en la Universidad de Wisconsin-Madison, se observó a 17 pacientes cardíacos varones para medir el efecto del resentimiento y el perdón en sus corazones.
Enright les pidió que recordaran injusticias pasadas que no habían perdonado. Mientras compartían sus historias, los monitores médicos revelaron que las arterias que llevaban sangre al corazón comenzaban a contraerse, reduciendo el flujo sanguíneo. Esta respuesta física refleja el «cierre» metafórico que se produce cuando guardamos rencor.
Estos hallazgos sugieren que reducir el resentimiento puede proteger el corazón, reduciendo potencialmente los dolores de pecho e incluso la muerte súbita en pacientes cardíacos, indicó Enright a The Epoch Times.
Incluso las personas sanas propensas a la ira y la hostilidad, características que definen el resentimiento, tienen un 19 % más de riesgo de padecer enfermedades coronarias, según un metaanálisis publicado en la Revista del Colegio Americano de Cardiología (Journal of the American College of Cardiology). Para quienes padecen enfermedades cardíacas preexistentes, este riesgo aumenta hasta el 24 %. Un estudio realizado en 2024 corrobora estos datos y demuestra que la ira prolongada provoca disfunciones en los vasos sanguíneos.
Enright recordó la historia de una mujer de unos 80 años que conoció en un centro de cuidados paliativos. Llevaba más de 40 años resentida con un miembro de su familia por una injusticia sin resolver.
«Piénsalo», expresó Enright. «Eso no va a servir de mucho para quien cometió la injusticia». En cambio, el rencor persistente le quitó la esperanza y le restó alegría en sus últimos años, afirmó.
El efecto persistente
A diferencia de un arrebato de ira que estalla y se desvanece, el resentimiento actúa como un veneno lento.
Cuando se nos trata injustamente, instintivamente levantamos escudos de indignación, creyendo que nos protegen de más daño. A corto plazo, puede hacernos sentir poderosos. Es como si nos dijéramos a nosotros mismos: «No puedes tratarme así», señala Enright.
Sin embargo, el resentimiento se queda más tiempo de lo debido y se convierte en lo que él llama «un huésped indeseable en el corazón humano».
El origen de la palabra, del francés antiguo «resentir», que significa «sentir de nuevo» o volver a experimentar un sentimiento fuerte, ilustra una de las características distintivas del resentimiento: la rumiación.
Las personas resentidas tienden a pensar repetidamente en el acontecimiento injusto. La filósofa Amélie Rorty describió el resentimiento como «alimentarse del pasado, masticar recuerdos dolorosos de humillaciones, insultos y heridas, reviviéndolos hasta que su amargura adquiere un sabor sabroso».
La rumiación impregna nuestro cuerpo y desencadena un estado crónico de estrés elevado. Este estrés provoca un aumento de los niveles de cortisol y adrenalina, lo que debilita el sistema inmunológico y nos hace más propensos a enfermar.
La rumiación también puede conducir a la depresión, a intensificar la ira, a comportamientos agresivos y a tendencias suicidas.
«Dado que el resentimiento es [una] emoción estancada, se convierte en un imán para otros resentimientos a medida que crece y se agrava», escribió Kerry Howells en su libro «Desenredándote: ¿Cómo puedo estar agradecido cuando me siento tan resentido?» (Untangling You: How Can I Be Grateful When I Feel So Resentful?).
«Quedarse despierto por la noche dando vueltas a un resentimiento actual a menudo trae a la mente otros resentimientos no relacionados».
La Dra. Ann Corson, médica especializada en medicina integrativa que combina la curación física y emocional, explica que las personas con resentimientos profundamente arraigados suelen luchar contra la insatisfacción en diversos aspectos de su vida —su trabajo, sus relaciones e incluso su propio cuerpo— lo que crea un círculo vicioso que afecta a su salud.
Con el tiempo, el resentimiento se transforma en una visión del mundo. Nos convence de que las personas son adversarias y de que el mundo es fundamentalmente injusto. A veces, nuestro resentimiento no se dirige hacia una persona, sino hacia nuestras circunstancias. Nos preguntamos por qué nos han tocado ciertas dificultades y podemos desarrollar un profundo sentimiento de injusticia sobre nuestra suerte en la vida.
Se convierte en parte de quienes somos y es difícil de discernir, incluso para nosotros mismos, asegura Enright.
Va más allá de un individuo; el resentimiento puede extenderse por familias y comunidades.
«El resentimiento tiende a heredarse», afirma Enright. «Se transmite de generación en generación si los padres lo expresan y lo transmiten a sus hijos».
Liberarse del resentimiento
Entonces, ¿cómo podemos expulsar a este huésped indeseable de nuestros corazones?
Según Ryan Blackstock, profesor y psicólogo clínico especializado en el tratamiento de adicciones —para trabajar el resentimiento— primero hay que entenderlo.
«¿De dónde viene? ¿Cuál fue la situación?», explicó a The Epoch Times. «Y quizá lo más importante, ¿qué propósito tiene ahora? Todos los resentimientos tienen un propósito».
Enright presenta un proceso de perdón en cuatro fases para gestionar el resentimiento: la fase de descubrimiento, la fase de decisión, la fase de trabajo y la fase de aprendizaje.
En la fase de descubrimiento, nuestro objetivo es comprender nuestros sentimientos, reconocer el daño y tomar conciencia de cómo el resentimiento ha impregnado nuestras vidas.
Enright compartió la historia de una mujer que sufrió un profundo daño por parte de su padre. Se dio cuenta de que el resentimiento que albergó durante tanto tiempo afectaba a todos los aspectos de su vida: tensaba sus relaciones, erosionaba su autoestima y ensombrecía su futuro. Al enfrentarse a estas emociones, comenzó a ver cómo la amargura la mantenía cautiva.
En la fase de decisión, eligió conscientemente perdonar, no para absolver a su padre de sus actos, sino para liberarse de las cadenas de la amargura. Reconoció que aferrarse al rencor solo prolongaba su sufrimiento.
Enright sugiere que el perdón es una «cura» para la enfermedad del resentimiento. Como opuesto al resentimiento, el perdón está asociado a una reducción de los niveles de colesterol, un factor clave en la aparición de enfermedades coronarias. Además, las personas que practican el perdón tienen una presión arterial más baja y una mejor respuesta cardíaca al estrés.
Más allá de la decisión de perdonar, la fase de trabajo requiere cambiar la perspectiva. La mujer comenzó a explorar el pasado de su padre, descubriendo sus dificultades y traumas. Comprender sus luchas no justificaba sus acciones, pero suavizó los bordes de su resentimiento. Esta nueva empatía permitió que la compasión creciera en su corazón, lo que le permitió «quitar poco a poco el resentimiento», añadió Enright.
Finalmente, en la fase de aprendizaje, comenzó a encontrar sentido a su sufrimiento. En un acto de gracia, decidió cuidar de su padre moribundo, incluso alimentándolo en sus últimos días.
«Una vez que falleció su padre, dijo: «Estoy muy agradecida de haberlo hecho porque, al fin y al cabo, es mi padre; si no le hubiera perdonado, tendría dolor y odio en mi corazón. Ahora solo siento dolor»», expresó Enright.
En muchos casos como estos, «perdonar puede devolverte la vida», concluyó.
Según Corson, cuando se resuelve el resentimiento, la mente, el cuerpo y el espíritu pueden empezar a sanar.
Aprovechar la gratitud
Si bien el perdón puede curar el resentimiento, la gratitud es la prevención a largo plazo. Como explica Howells, investigador sobre la gratitud, «la gratitud y el resentimiento viven y respiran en las relaciones de nuestras vidas».
A menudo nos quedamos atrapados creyendo que necesitamos condiciones favorables para estar agradecidos, pero Howells sugiere que la gratitud no depende de circunstancias perfectas.
Para las áreas de nuestra vida mancilladas por el resentimiento, Howells sugiere dar un paso atrás y cambiar de perspectiva. «Si aflojamos el control del resentimiento, es más probable que podamos encontrar gratitud en áreas a las que antes no podíamos acceder», declaró a The Epoch Times.
Según Howells, al desarrollar la gratitud en otras áreas de nuestra vida que no están afectadas por el resentimiento, podemos cultivar la fuerza y la fortaleza necesarias para abordar el resentimiento de forma proactiva.
«Imagina tu energía emocional y psicológica como un gráfico circular», expuso Blackstock. «El gráfico solo tiene un espacio limitado». A medida que aumenta el número de resentimientos, hay menos espacio para cualquier otra cosa, indicó.
Cultivar la gratitud puede impedir que el resentimiento se apodere de las emociones positivas del pastel.
«La gratitud encuentra su poder en la acción», manifiesta Howells, quien aboga por convertir la gratitud en un hábito diario. «Encuentre una o dos cosas por las que pueda sentirse agradecido fácilmente y cultívelas en su corazón prestándoles atención a menudo, escribiéndolas, dando las gracias y sintiéndolas en su corazón».
Elige un legado de amor, no de resentimiento
«Si guardas rencor, nunca podrás estar bien», afirma Corson.
Enright anima a las personas a pensar en el legado que dejarán atrás.
Según él, hay dos opciones: puedes transmitir tu ira, creando potencialmente un ciclo de negatividad para las generaciones futuras, o puedes dejar como legado el amor, inculcando calidez y amabilidad en los corazones de tu familia.
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Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «Resentment: The Unhealthy Guest in the Human Heart».
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