Rosa María Díez González (1952) la expolítica española, fundadora del Partido Unión de Progreso y Democracia (UPD), y que durante muchos años ocupó diversos puestos desde la representación regional, hasta el Parlamento Europeo, nos da una entrevista para The Epoch times. Hablamos de España, Libertad y equidad, y del futuro de los hispanos del mundo.
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Entrevistador: Bueno, Rosa, ¿qué estás haciendo ahora?
Rosa Díez: Sigo siendo una activista en defensa de la libertad y de la democracia, ahora desde otra posición: no milito en ningún partido ni estoy en ninguna institución pública. Continúo como ciudadana comprometida, defendiendo libertades, democracia y pluralismo. Lo he hecho toda mi vida; hoy, sobre todo escribo —artículos, columnas, libros—. En suma, milito en la resistencia democrática.
Entrevistador: Fuiste política en el País Vasco durante la época del plomo de ETA. Para los jóvenes que han oído que ETA ya no existe o «desapareció», ¿cómo fue aquella época y cómo describirías hoy la situación del País Vasco?
Rosa Díez: Tengo 73 años y he vivido siempre en el País Vasco. Conocí la dictadura y trabajé en la transición. Hubo quien me llamó «mala española» por no ser franquista y, después, «mala vasca» por no ser nacionalista. Pero siempre he sido lo mismo: una mujer vasca mestiza. Mis padres llegaron tras la guerra; mi padre, socialista y republicano, fue condenado a muerte y luego conmutado.
A los jóvenes hay que explicarles que, si hoy España vive en democracia, es porque durante años muchos ciudadanos se jugaron la vida para que ETA no destruyera la Constitución ni la convivencia. De los 852 asesinatos de ETA, 42 fueron en dictadura y 810 durante y contra la democracia. Como toda organización terrorista, ETA no podía convivir con una sociedad plural: pretendía destruirla. Si hoy estamos en la UE y en el mundo democrático es gracias a quienes hicieron de escudo.
Entrevistador: En tu libro, Maquetos, término peyorativo del País Vasco para quienes «no son 100 % vascos», similar a «charnego» en Cataluña, hablas de tu historia vital. ¿Confundimos la cultura regional con un identitarismo enfermizo?
Rosa Díez: La pluralidad cultural —lenguas, tradiciones, costumbres— es riqueza, siempre que no cuestione la igualdad. Hay derecho a la diferencia, pero no diferentes derechos. Los derechos son los mismos para todos, hablen lo que hablen. El castellano es lengua común; las otras lenguas también son españolas. La diversidad es riqueza si no erosiona la igualdad. El problema aparece cuando el nacionalismo contrapone identidad a ciudadanía. Las identidades son mestizas y cambiantes; lo que otorga derechos no es ser vecino del País Vasco o de Cataluña, sino ser español.
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Un ejemplo: cuando se repatrió a los de la flotilla turística hacia Gaza, se hizo como españoles, también con independentistas. Las lenguas sirven para entendernos, no para separarnos. La lengua más fuerte históricamente ha sido el español, que permite comunicarnos con cientos de millones. Creer que una lengua «hace nación» es un error. Cuando un independentista catalán habla con un nacionalista vasco o un independentista gallego, lo hace en español, la lengua común.
Entrevistador: Se acerca el 12 de octubre. España es madre del mestizaje y de la Hispanidad. ¿Qué opinas de la Leyenda Negra y del discurso que culpa a los españoles como descendientes de asesinos, ese estigma alimenta el identitarismo?
Rosa Díez: Es una falsa historia de lo que España significó. Los españoles nos mezclamos con los pueblos con los que nos encontramos; de ahí nace el mestizaje. Durante siglos la historia de España la escribieron los ingleses; crearon un relato interesado, la Leyenda Negra. Y ya en democracia no hemos hecho la pedagogía suficiente, ni hemos explicado la historia real ni el papel español en América en lo cultural, filosófico, científico o económico. Así prosperó un relato que provoca vergüenza ajena de lo propio y que, a la postre, alimenta un identitarismo victimista.
Entrevistador: ¿Qué les pasa a algunos españoles con ser españoles?
Rosa Díez: Nos han inducido a renegar de lo mejor de nuestra historia con mentiras y desinformación. Afortunadamente, afecta a una minoría, pero con altavoces. En España, quienes hablan mal del país ocupan mucho espacio público y subvencionado. Es rentable: da tertulias y visibilidad. Yo me niego. Hay que reconocer errores, sí, pero no negar lo mejor. Tenemos motivos para el orgullo: pasar de dictadura a democracia sin muertos, con una transición ejemplar.
Hoy se intenta destruir —desde Zapatero y ahora Sánchez— el espíritu de la Transición y su legitimidad. Debemos reivindicarlo con orgullo. Recomiendo ver «La primera globalización», que muestra la historia de España.
Entrevistador: Llevas muchos años luchando por España. ¿Qué te mueve a seguir, pese a los nubarrones?
Rosa Díez: No sé vivir de otra manera. Nací en dictadura, soy hija de socialistas y republicanos y he vivido siempre en el País Vasco. Nunca pensé que no se pudiera ganar; siempre hay que dar la batalla. Cuando decían que contra ETA no se podía, recordaba a quienes daban por eterna la dictadura. Soy activista porque lo he vivido en casa. Como decía Camus, los resistentes tienen la última palabra.
Entrevistador: Hablemos de tu libro La Sombra. Con lo que revelas, con lo que sabemos y lo que se sabrá, ¿cómo imaginas el futuro?
Rosa Díez: Ya está retratado para quien quiera ver. El PSOE funciona como una secta: solo se ve al jefe. Hay quien prefiere no ver; muchos votantes siguen envenenados con el odio a la derecha. Pero, para quien mire, Zapatero aparece como prescriptor y blanqueador de dictadores y narco dictadores. Lo mismo que hizo con ETA, aquí lo hace con Maduro o con el régimen chino: ante cada dictador que masacra derechos, ahí está para defenderlo. Si además cobra, también terminará acreditándose. Ojalá tenga un futuro penal, pero antes debe existir el desprecio social a esa conducta: esto no va de derechas o izquierdas, sino de amigos de dictadores frente a defensores de los derechos humanos.
Entrevistador: ¿Por qué una parte de la izquierda identitaria sigue sin condenar a ETA y continúa blanqueándola?
Rosa Díez: Porque lo que hoy se llama izquierda es un populismo identitario que se autodenomina «progresista». ¡Vaya progresismo pactar con terroristas y golpistas! El PSOE blanquea ese mundo antidemocrático porque son sus socios. Sánchez blanquea a Bildu no para blanquear a Bildu, sino para blanquearse, para normalizar gobernar con terroristas o golpistas. Zapatero, desde 2000, trabajó para cuestionar la Transición y deslegitimar a la derecha, uno de sus actores. Hoy siguen blanqueando a Bildu y a los golpistas: el independentismo no está prohibido, pero el golpismo es delito. La maniobra es presentar como normal lo que no lo es.
Entrevistador:¿Fue un error incluir en la Constitución lo de las «nacionalidades», los separatistas de antes eran más leales, o se introdujo un caballo de Troya?
Rosa Díez: Hay que situarse en 1978. El constituyente quería traer la democracia e incorporar al nacionalismo; no pensaba en el independentismo. La referencia a nacionalidades, regiones y lenguas fue una concesión para constitucionalizar al nacionalismo: que respetara las instituciones. No calcularon la deslealtad. Nuestra Constitución, homologable a las más avanzadas, funcionaría sin problema en cualquier país europeo porque allí hay lealtad constitucional. Alemania, siendo federal, ante todo, es Alemania. Aquí falta lealtad y pedagogía democrática: nadie explicó que las instituciones hay que defenderlas.
Entrevistador: ¿La primera deslealtad es la del presidente del Gobierno con la Nación? ¿Hay que «retocar la pintura» constitucional?
Rosa Díez: Sí, el golpe contra la unidad de la nación emana hoy del Gobierno. No se trata de romper el mapa, sino la igualdad. Este Gobierno ha roto la cohesión —territorial, ideológica, generacional y hasta por sexos— con una estrategia de enfrentamiento y de resucitar las dos Españas, cuestionando la Transición. Hay que echarlos en las urnas y luego exigir a quienes lleguen que vayan al fondo del tumor: revertir la ingeniería identitaria y restaurar igualdad y libertad; después, mejorar la economía. También conviene revisar la Constitución —pienso en el artículo 155— y, sobre todo, educar en lealtad.
Entrevistador: En la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo dimos una batalla que hoy sigue ante la justicia europea. Más allá del trabajo, ¿veremos una reacción nacional que vuelva a unir a los españoles en un proyecto común?
Rosa Díez: Sí, sin duda. Primero hay que echarlos de las instituciones; ni Bruselas ni Estados Unidos lo harán por nosotros. Todo su aparato —gobierno y asesores— busca nuestro desistimiento. Hay que echarlos en las urnas y después exigir a los que lleguen que no maquillen, sino que extirpen el tumor que ha pervertido el sistema democrático.
Entrevistador: Se habla de un avivamiento de la hispanidad. Hay españoles que se quieren ir y mucha gente en Hispanoamérica que dice «queremos volver a ser españoles». Estamos impulsando un proyecto de Unión Hispánica, inspirado en la Comunidad del Carbón y del Acero. ¿Qué te parece?
Rosa Díez: Todo lo que signifique unión desde el pluralismo y desde la historia real de cada cual me parece positivo. Somos más que cubanos, argentinos, venezolanos, portorriqueños o españoles: compartimos lengua e historia. Ese reencuentro es valioso y, además, tenemos enemigos comunes: el populismo identitario antidemocrático. Es difícil; si fuera fácil, ya lo habrían hecho otros.
Entrevistador:¿Qué mensaje tienes para los españoles que creen en España y para los que dudan, pero no se resignan a verla destruida desde dentro?
Rosa Díez: El de una ciudadana activista; en tiempos de oscuridad, el silencio es complicidad. No seamos cómplices de quienes quieren destruir derechos, libertades y nuestra alegría. El reencuentro del que hablas debe ser también un reencuentro alegre, de gente positiva —no ingenua— que conoce su pasado y quiere proyectar un futuro mejor.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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