Opinión
Imagine que va en metro al trabajo y el tren se detiene bruscamente a mitad de camino entre dos estaciones. Saca su smartphone para conectarse a Internet y ver qué pasa, pero no tiene cobertura: ni red móvil ni Internet.
Horas más tarde, llegan los servicios de emergencia para sacar a todos los pasajeros del tren averiado. Sale a la calle con la esperanza de coger un taxi. Pero sin sus aplicaciones móviles y con los terminales de pago con tarjeta fuera de servicio, se ves obligado a buscar un cajero automático, solo para descubrir que tampoco funcionan.
Rápidamente se da cuenta de que todo el mundo está en la misma situación. Los hospitales funcionan con sus sistemas de emergencia. Hay personas atrapadas en los ascensores. El tráfico está paralizado porque los semáforos no funcionan. Las gasolineras no funcionan. Los terminales del aeropuerto están cerrados. La gente, sumida en la oscuridad de sus casas, busca desesperadamente velas y radios a pilas para saber qué está pasando.
El 28 de abril, los habitantes de España, Portugal y parte de Francia no tuvieron que imaginar este escenario de pesadilla. Se vieron atrapados en él durante horas cuando un apagón sin precedentes —provocado por un fallo en la red eléctrica de la península ibérica— afectó al menos a 55 millones de personas.
Este apagón, descrito como uno de los peores jamás registrados en Europa, «afectó a empresas, hospitales, redes de transporte, redes de telefonía móvil y otras infraestructuras esenciales», según la cadena France 24.
La agencia Reuters informó rápidamente de que «Redeia, propietaria de Red Eléctrica, advirtió en febrero en su informe anual que se enfrentaba al riesgo de «desconexiones causadas por la fuerte presencia de energías renovables» sin la capacidad técnica necesaria para reaccionar adecuadamente en caso de perturbaciones».
Mientras varios observadores se esforzaban por identificar las posibles causas de este apagón gigante, otros no dudaron en señalar directamente a un culpable.
Raúl Bajo Buenestado, experto en energía en el Instituto Baker para las Políticas Públicas (Baker Institute for Public Policy) de la Universidad Rice, donde obtuvo su doctorado en Economía, comentó sobre el tema. En la actualidad, él «trabaja principalmente en los incentivos a la inversión en la producción y los mercados del sector eléctrico. También investiga los mercados minoristas de la gasolina», según su biografía en línea.
Tras estudiar los datos relativos al apagón del 28 de abril, Buenestado escribió un artículo en el que destaca que, minutos antes del colapso de la red, «las fuentes renovables representaban el 78 % de la producción eléctrica de la red peninsular, con la energía solar aportando por sí sola cerca del 60 %. Por el contrario, las tecnologías convencionales —como las centrales de gas y nucleares— solo representaban alrededor del 15 % del mix energético total. Esta configuración no es inusual en España o Portugal —donde son habituales las altas proporciones de energía renovable— especialmente en días soleados y ventosos».
«Sin embargo, lo que distingue al 28 de abril es el hecho de que —según el operador nacional de la red eléctrica española (Red Eléctrica de España)— se produjeron dos casos consecutivos de pérdida de producción de energía en el suroeste de España, que probablemente afectaron a grandes instalaciones solares», continuó.
Buenestado señala que «el riesgo de cortes a gran escala en las redes eléctricas con un alto porcentaje de energías renovables es bien conocido. Sin embargo, el apagón ibérico del 28 de abril pone de relieve la importancia de estas vulnerabilidades reconocidas desde hace tiempo». Él explica que, a diferencia de las centrales eléctricas convencionales, las instalaciones solares y eólicas «no pueden garantizar de forma autónoma la estabilidad de la red en caso de perturbaciones».
En Estados Unidos, Donald Trump ha puesto fin a la guerra declarada a los combustibles fósiles por la administración de su predecesor, Joe Biden. Esta última había comprometido al país a alcanzar el «100 % de electricidad limpia» para 2035, un objetivo que ponía en grave peligro las infraestructuras estadounidenses. Este ataque contra fuentes de energía asequibles y fiables como el gas natural era poco realista e impopular entre muchos consumidores que preferían los aparatos de gas.
Del mismo modo, España «aspira actualmente a eliminar progresivamente los combustibles fósiles y la energía nuclear en favor de las energías renovables», con el objetivo de que estas representen el 74 % de la producción total de energía para 2030.
Insistir en sustituir una energía asequible y fiable por alternativas más costosas y menos fiables es ilógico y poco práctico. El gas natural sigue siendo el combustible más rentable y fiable del mundo, además de ser cada vez más limpio.
Es interesante señalar que España y varios otros países europeos, que siempre repiten el discurso extremista sobre el cambio climático y denuncian la continuación de la producción y el uso de energías tradicionales por parte de Estados Unidos, siguen consumiendo masivamente gas natural licuado.
¿La catástrofe del 28 de abril hará que los líderes europeos se lo piensen dos veces antes de abandonar nuestras fuentes de energía más fiables? Probablemente no. Tras este devastador apagón, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, declaró que su Gobierno «no vamos a desviarnos ni un solo milímetro de la hoja de ruta planificada en materia energética desde 2018» que incluye los planes de transición hacia las llamadas energías renovables.
Es muy lamentable. Mientras tanto, cabe señalar que una de las principales fuentes de energía utilizadas para restablecer el suministro eléctrico a las decenas de millones de personas de España, Portugal y algunas regiones de Francia que se quedaron sin electricidad fue precisamente la que los responsables locales dicen detestar: el gas natural.
Publicado originalmente por The Empowerment Alliance, republicado a partir de RealClearEnergy.
Artículo publicado originalmente en The Epoch Times Francia con el título «La dépendance aux énergies renouvelables augmente le risque d’une panne d’électricité généralisée» y edición de The poch Times España.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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