El martes, en la Convención por un Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática en Ponferrada, León, el presidente, Pedro Sánchez, proclamó con orgullo: «España es la locomotora de crecimiento económico y creación de empleo de toda Europa».
Insistió: «Crecemos el triple que la media europea» y «batimos récords de empleo», atribuyendo el éxito a políticas de transición ecológica que —según él— han abaratado la electricidad.
¿Es realmente España la «locomotora» de la Unión Europea? ¿En qué se basa el Gobierno para hacer tal afirmación? ¿Qué nos dicen los datos reales? Veamos.
Un tren que brilla en titulares
Cabe destacar que Sánchez no está solo en su optimismo. Organismos internacionales y medios especializados respaldan su narrativa.
El Financial Times, en una editorial a fines del mes pasado, calificó a España como «la economía más destacada de Europa», un «caso fuera de lo común» frente al «desempeño decepcionante» de la eurozona. Su crecimiento anual promedio del PIB alcanzó el 3 % desde inicios de 2024, tres veces el 1 % de la eurozona, según el diario británico.
Semanas atrás, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) afirmó que, en lo que va de 2025, España creció ocho veces más que Alemania (0,3 % frente a 2,4 %) y cuatro veces más que Francia e Italia (0,6 %).
En cuanto a empleo, Euronews, en una verificación basada en Eurostat, destacó que España creó 454 000 empleos en el primer trimestre de 2025 (en comparación con el mismo período del año pasado), el 25,3 % del total de la eurozona.
En otras palabras, en cuanto a crecimiento económico y empleo, si bien no parece ser una «locomotora», a España no le ha ido mal en el último año.
Pero veamos qué nos dicen otros datos del período de Sánchez en la Moncloa.
Un pastel que no alcanza para todos
Imagina un pastel gigante: el PIB español, el valor total de bienes y servicios producidos.
Este pastel se calcula sumando el consumo privado (55 % del PIB), el consumo público (20 %), la inversión (20 %) y el saldo exterior (5 %), ajustado por inflación para obtener el PIB real. Entre 2019 y 2024, el crecimiento del PBI total en España fue 6,7 % (por encima del promedio de la UE, que fue de 5,5 %).
Pero aquí viene el problema: el pastel, aunque grande, se ha repartido entre más comensales, ya que en el tramo 2019-2024 la población creció un 3,7 %, fundamentalmente por la inmigración.
Y aquí es donde surge el concepto de PIB per cápita, que mide la riqueza por habitante.
«Si cogemos el cómputo 2019-2024, el PIB per cápita en España crece un 3,1 %, por debajo del 4,8 % de la UE y el 3,5 % de la eurozona», describe el economista Daniel Fernández, profesor de la Universidad de las Hespérides, en una conversación con su colega Juan Ramón Rallo.
Si incluso lo comparamos con el 12,5 % de Grecia o el 5 % de Portugal, España está lejos de liderar el crecimiento en este período.
Rallo lo ilustra de la siguiente manera: «Si España se anexióna Portugal, el PIB total crecería mucho, pero ¿se han vuelto más ricos los españoles? No, solo sumamos unidades estadísticas».
Menos en el bolsillo, más en el Estado
El desglose del PIB revela más grietas.
Entre 2019 y 2024, el consumo privado per cápita —lo que cada español gasta en comida, ropa o entretenimiento— cayó un 0,2 %, mientras en la UE subió un 1,6 %, según un estudio del centro Ruth Richardson.
La inversión también cayó en el mismo período, aunque también ocurrió algo similar en el resto del continente.
Las exportaciones netas fueron las únicas que crecieron en el sector privado, aunque apenas lo hicieron un 0,7 % (principalmente impulsadas por el sector turismo). Esto es la mitad que el promedio de la UE.
Por otro lado, el consumo público creció un 2,6 %. Pero, como advierte Fernández, «se calcula por costes de producción, no por valor para el ciudadano. Más de la mitad son salarios de funcionarios; si suben por presiones sindicales, el consumo público sube, pero ¿mejoramos el servicio? No lo sabemos».
En síntesis, en el período 2019-2024 —prácticamente todo el Gobierno de Sánchez—, si bien el PBI creció un 6,6 %, en gran parte se debió al crecimiento poblacional —fundamentalmente inmigración— (3,7 %) y al consumo público —básicamente salarios estatales— (2,6 %). El sector privado, en su conjunto, prácticamente no creció.
Fernández añade: «La redistribución va de jóvenes a mayores; el consumo de los mayores de 65 años sube, pero el de los menores de 65 cae más del 0,2 % promedio».
Es por ello que muchos jóvenes trabajadores, sobre todo en las grandes ciudades como Madrid, sienten, en efecto, que cada vez el sueldo les rinde menos en términos reales.
Empleo récord, pero no para todos
Sánchez celebró los 454 000 empleos creados en el primer trimestre de 2025 (en comparación con el mismo período del año anterior). Sin embargo, el paro juvenil sigue en torno al 24 %, el más alto de la UE. Comparado con el 12 % de la eurozona, es un freno para los jóvenes.
Además, el 70 % de los nuevos empleos son ocupados por inmigrantes, según Fernández, en sectores de baja cualificación como hostelería, lo que diluye el ingreso medio.
La deuda pública es otro vagón pesado.
En 2024, la ratio deuda/PIB fue del 101,8 %. Si bien en el 2025 ha bajado un poco, aún se encuentra por encima del 100 % y sigue lejos del 60 % exigido por Maastricht.
Los fondos Next Generation, con 163 000 millones comprometidos hasta 2026, han impulsado fuertemente el crecimiento pospandemia, según María Jesús Valdemoros, profesora de Economía en el IESE Business School de España.
Fernández alerta: «Cuidado con los fondos Next Generation; inflan el PIB a corto plazo, pero ¿qué pasa cuando se acaban? Generan estructuras insostenibles».
En cuanto a la productividad, hay coincidencia: está básicamente en el mismo nivel desde hace 40 años. Aunque, obviamente, esto no es solo responsabilidad del Gobierno actual.
«El mayor riesgo para España es que este tipo de crecimiento tan extensivo a base de mano de obra barata adicional no es sostenible […]. Si esa creación de empleo se frena, lo esperable es que España crezca a tasas por debajo del 2 %, dado que la productividad sigue creciendo poco», comenta Ángel Talavera, de Oxford Economics.
En síntesis, sin crecimiento de la productividad, el tren no avanza lejos.
El desencanto ciudadano
La crisis de vivienda es un obstáculo crítico.
En Madrid, el alquiler absorbe el 70 % de los ingresos de los inquilinos, y en Cataluña, el 64 %.
En este marco no sorprende que la percepción ciudadana es que los ingresos cada vez cubren menos gastos.
Una encuesta de Funcas de junio mostró que el 55 % de la población piensa que la situación de la economía en España es peor que antes de la pandemia.
Respecto al trabajo, el 90 % cree que los salarios están perdiendo poder adquisitivo y el 70 % percibe que paga más impuestos.
«A pesar del crecimiento del PIB y del empleo, hay un amplio consenso sobre el deterioro del poder adquisitivo y el incierto futuro de los jóvenes», concluyen los autores del trabajo realizado sobre 1200 hombres adultos.
«La economía de España va bien, la de los españoles no», sentencia al respecto Rallo, en una entrevista con El Español.
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Un tren con luces y sombras
España brilla con un turismo récord que se estima alcanzará 98 millones de visitantes en 2025, una prima de riesgo bajo 60 puntos y el Ibex 35 en 15 000.
Pero las sombras —dependencia del sector servicios (70 % aproximadamente del PIB), caída del sector privado y productividad estancada— pesan más.
El tren de Sánchez avanza, pero no arrastra a Europa. Depende de inmigración masiva y deuda externa, mientras los jóvenes enfrentan paro y alquileres imposibles.
Como un convoy que luce veloz en la distancia, pero cruje al acercarse, España no parece ser la locomotora prometida: sino un espejismo que refleja más propaganda que prosperidad.
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